miércoles, 15 de octubre de 2014

LA REGENERACIÓN

Cuando Nicodemo acudió al Señor Jesús, el Señor aprovechó la oportunidad para revelar la verdadera necesidad de la humanidad. El Señor, en la conversación que tuvo con Nicodemo, reveló que no importa cuán bueno sea el hombre, necesita ser regenerado. La regeneración es la necesidad principal del hombre. Tanto los hombres morales como los inmorales necesitan la regeneración. Muchos cristianos tienen el concepto erróneo de que las personas necesitan la regeneración simplemente por su condición caída. No obstante, aun si el hombre nunca hubiera caído, necesitaría la regeneración. Aun si Adán no hubiera caído, habría necesitado la regeneración. Ésta es la razón por la que Dios lo puso frente al árbol de la vida. Si Adán hubiera participado del árbol de la vida, habría sido regenerado.
     Como seres humanos tenemos la vida humana. El problema no depende de que nuestra vida humana sea buena o mala. No importa que clase de vida humana llevemos, mientras no tengamos la vida divina necesitaremos la regeneración. Ser regenerados simplemente significa tener la vida divina además de nuestra vida humana. El propósito eterno de Dios consiste en que el hombre sea un vaso para contener la vida divina. Nuestro ser con nuestra vida humana es un vaso para contener a Dios como vida. La vida divina es la meta de Dios, esta vida es Dios mismo. La meta de Dios consiste en que nosotros como poseedores de la vida humana, recibamos la vida divina como nuestra verdadera vida. Éste es el verdadero significado de la regeneración. Muchos cristianos no entienden claramente este hecho; piensan que la regeneración es necesaria simplemente porque somos seres caídos y pecaminosos. Conforme a este concepto, necesitamos la regeneración porque nuestra vida es mala y no puede ser mejorada. Este concepto es erróneo. Vuelvo a decirlo: si Adán jamás hubiera caído en el huerto del Edén, aun así, habría sido necesario que él fuese regenerado, que naciera de nuevo, para poder así recibir otra vida, la vida de Dios. Por lo tanto, ser regenerado equivale a recibir la vida divina, esto es, recibir a Dios mismo (1 Jn.5:11-13).
      ¿Cuál es el significado de la regeneración? La regeneración no es ninguna clase de superación personal o refinamiento exterior, ni tampoco un mero cambio o conversión que carece de vida. La regeneración es un nuevo nacimiento que trae una nueva vida. Es un asunto que depende absolutamente de la vida, no de hacer algo. La regeneración es simplemente tener una vida adicional a la que ya tenemos. Recibimos la vida humana de nuestros padres, pero ahora necesitamos recibir la vida divina de Dios. Así que la regeneración significa tener la vida divina de Dios, aparte de la vida humana que tenemos originalmente. Por lo tanto, la regeneración requiere otro nacimiento, para poder tener otra vida. Ser regenerado o nacer de nuevo no significa corregir nuestra vida humana. Más bien significa recibir la vida de Dios, así como nacer de nuestros padres significa recibir la vida de ellos. Ser regenerado es nacer de Dios (Jn. 1:13), y nacer de Dios es recibir la vida de Dios, esto es, la vida eterna (Jn.3:15-16). Si tenemos la vida de Dios, somos hijos de Dios, y esta vida nos da el derecho de llegar a ser hijos de Dios (Jn.1:12), porque por esta vida tenemos la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4) y también la relación de vida con Dios, o sea, la filiación (Ro. 8:15; Gá. 4:5-6; la palabra adopción en el griego significa “filiación”).
        Nicodemo buscaba enseñanzas, las cuales pertenecen al árbol del conocimiento; pero la respuesta del Señor lo condujo a la necesidad que tenía por la vida, la cual pertenece al árbol de la vida ( Gn. 2:9-17). El Señor le dijo a Nicodemo muy claramente que lo que necesitaba era nacer de nuevo (Jn.3:3-7). Así que, la verdadera necesidad del hombre consiste en ser regenerado con otra vida. Todos nosotros debemos entender que no necesitamos religión ni enseñanzas que nos regulen y corrijan, sino otra vida, la vida de Dios, la cual nos regenerará. El hombre necesita la regeneración porque necesita la vida divina. Por muy buenos que seamos, no tenemos la vida de Dios. Necesitamos otro nacimiento para recibir la vida de Dios con Su naturaleza divina. Aunque nosotros pensemos que somo buenos, debemos admitir que no tenemos la vida de Dios con Su naturaleza divina. Es necesario experimentar otro nacimiento, la regeneración, para poder recibir otra vida, que es la vida divina de Dios.En el versículo 3 el Señor dijo: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y en el versículo 5 añadió: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Lo dicho por el Señor aquí revela claramente que la regeneración es la única entrada al reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios, necesitamos nacer de nuevo. No existe otra manera de entrar al reino de Dios. El reino de Dios es Su reinado. Es una esfera divina a la que tenemos que entrar, una esfera o dominio que requiere la vida divina. Sólo la vida divina puede comprender las cosas divinas. Por esto, para ver el reino de Dios, o sea para entrar en el reino, se requiere la regeneración con la vida divina.
      La regeneración o nacer de nuevo, pone fin al hombre de la antigua creación y a todas sus obras, y hace germinar al hombre en la nueva creación con la vida divina. ¿Qué significa nacer de nuevo? Significa ser terminado por el ministerio de Juan por medio del agua, y ser germinado por el ministerio de Jesús mediante el Espíritu (Ro.6:4:3-6).
      Después de arrepentirse, el hombre debe creer en el Señor Jesús y aceptar Su ministerio de vida para así germinar. Para recibir la salvación, necesitamos arrepentirnos así como tener fe. El arrepentimiento es recibir el ministerio de Juan, y creer es aceptar el ministerio del Señor Jesús; en esto consiste la regeneración. Todos nosotros hemos pasado por el proceso de la regeneración. Ahora entendemos lo que significa nacer de agua y del Espíritu.
        Nicodemo creía que nacer de nuevo era volver al vientre de su madre y nacer otra vez. No comprendía que aunque pudiera hacer eso seguiría siendo carne.
       No importa cuantas veces una persona pueda nacer del vientre de su madre, seguirá siendo carne, porque la carne únicamente engendra carne. De manera que, el Señor le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es” (Jn. 3:6). La carne aquí denota al hombre natural con la vida natural. No importa cuantas veces podamos nacer de nuestros padres, seguiremos siendo personas naturales con la vida natural. Esto no cambiará nuestra naturaleza. Nacer de nuevo no es volver a nacer de nuestros padres, sino nacer de Dios el Espíritu, para tener Su vida divina con Su naturaleza divina, una vida con una naturaleza completamente diferente de nuestra vida con su naturaleza natural. Dios, nos hizo con un espíritu (Za.12:1; 1 Ts.5:23), con la intención de que un día pudiéramos ejercitar este espíritu para tener contacto con Él y recibirle en nuestro ser (1 Co. 15:45; 3:16; 6:17). La función del espíritu humano es tener contacto con Dios. La regeneración no es un asunto de nuestra mente, ni de nuestra parte emotiva, ni de nuestra voluntad, sino completamente un asunto de nuestro espíritu. Los versículos 12 y 13 de Juan 1 dicen: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. ¿En qué parte de nuestro ser nacemos de Dios? En nuestro espíritu. Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Dios es Espíritu, y sólo un espíritu puede tocar al Espíritu. Sólo un espíritu puede nacer del Espíritu. Así que la regeneración es algo que ocurre exclusivamente en nuestro espíritu. No importa si tenemos una mente sobria, una emoción apropiada, o una voluntad férrea; estas partes pertenecen a otra esfera. La regeneración se lleva a cabo en la esfera de nuestro espíritu. Para ser regenerado no tenemos que ejercitar nuestra mente, emoción o voluntad. Simplemente olvidándonos de lo que somos, abramos nuestro ser al Señor Jesús y desde lo profundo de nuestro espíritu invoquemos el nombre del Señor, creyendo en Él. Si hacemos esto, inmediatamente Dios el Espíritu tocará nuestro espíritu.
        En el versículo 6 el Señor dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. La regeneración no es un nacimiento de la carne, la cual sólo produce carne, sino que es un nacimiento del Espíritu, del Espíritu de Dios, que produce espíritu, nuestro espíritu regenerado. La carne es nuestro hombre natural, nuestro viejo hombre, o sea nuestro hombre exterior, nacido de nuestros padres, quienes son carne. Mientras que el espíritu, es decir, nuestro espíritu regenerado, es nuestro hombre espiritual, el nuevo hombre, o sea, nuestro hombre interior (2 Co. 4:16; Ef. 3:16), el cual es nacido de Dios, quien es el Espíritu.
        En el versículo 3 el Señor dijo: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y en el versículo 5 añadió: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Lo dicho por el Señor aquí revela claramente que la regeneración es la única entrada al reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios, necesitamos nacer de nuevo. No existe otra manera de entrar al reino de Dios. El reino de Dios es Su reinado. Es una esfera divina a la que tenemos que entrar, una esfera o dominio que requiere la vida divina. Sólo la vida divina puede comprender las cosas divinas. Por esto, para ver el reino de Dios, o sea para entrar en el reino, se requiere la regeneración con la vida divina.
          Después de que el Señor pasó por la muerte, mediante la resurrección y en ella, Él liberó Su vida, y llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora en resurrección Él es el Espíritu de vida (2 Co. 3:17) que posee todas las virtudes de Su obra redentora; y como tal, Él espera que creamos en Él. Una vez que hemos creído en Él, no sólo recibimos el perdón de los pecados y la liberación del poder maligno de las tinieblas de Satanás, sino que también recibimos al Espíritu de vida, esto es, al Señor mismo con la vida eterna de Dios (1 Jn.5:11-13). De esta manera somos salvos y regenerados. Es al creer en el Señor y en Su obra redentora y todo-inclusiva, que recibimos la vida de Dios y nacemos de Él para ser Sus hijos.

      Creer en el Señor significa recibirle (Jn. 1:12). El Señor puede ser recibido. Él ahora es el Espíritu vivificante, con Su redención completa, y como tal espera que lo recibamos. Nuestro espíritu es el órgano receptor. Podemos recibir al Espíritu del Señor en nuestro espíritu al creer en Él. Una vez que creemos en Él, Él como Espíritu entra en nuestro espíritu. Así somos regenerados por Él, quien es el Espíritu vivificante, y llegamos a ser un espíritu con Él (1 Co. 6:17). La frase el que cree en en los versículos 16, 18 y 36, literalmente debería traducirse “el que cree hacia adentro de Él”. Al creer en Él, entramos en Él para ser uno con Él, a fin de participar de Él y de todo lo que Él ha realizado por nosotros. Al creer en Él, somos identificados con Él en todo lo que es y en todo lo que ha experimentado, realizado, logrado y obtenido. A medida que llegamos a ser uno con Él creyendo en Él, somos salvos y regenerados por Él como vida. Es por medio de creer en Él que participamos de Él como vida y somos regenerados en Él.

        Que el Señor nos de un espíritu de sabiduría y de revelación.

PRESENTAR PERFECTO EN CRISTO A TODO HOMBRE

Lectura bíblica: Col. 1:25-28; 2:4, 9; 3:4a; Ef. 3:8-11, 4; 1:23; Jn. 6:57b; 14:19b; Gá. 2:20a; Ef. 4:15, 13b

     En Colosenses 1:28 Pablo, refiriéndose al Cristo que mora en nosotros como esperanza de gloria, dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre”. En el original griego, la palabra “perfecto” podría traducirse también plenamente crecido, completo o maduro. El ministerio de Pablo consistía en impartir a Cristo en otros para que fuesen hechos perfectos y completos al madurar en Cristo hasta obtener el crecimiento pleno.

    Incluso al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir vida, a fin de presentar a otros maduros, perfectos, en Cristo. Al predicar el evangelio a los incrédulos, al ministrarles a Cristo y al ayudarles a recibir al Señor, no debemos simplemente tener la meta de salvarlos del lago de fuego y de la condenación de Dios. Nuestra meta tampoco debe limitarse a que ellos experimenten el perdón de Dios; más bien, nuestra meta debe ser impartir a Cristo en ellos para que con el tiempo puedan ser presentados perfectos en Cristo. Si al predicar el evangelio no logramos impartir a Cristo en otros, nuestra predicación se encontrará por debajo de la norma de Dios. Debemos infundir a Cristo en todos aquellos con quienes hablemos. Al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir a Cristo.

    Debemos tener la misma meta al tener comunión con los santos. Cuando nos relacionamos con los santos, nuestra meta debe ser ministrarles a Cristo para que maduren en Él.

      Si hemos de presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrarles el Cristo que es la porción de los santos (1:12). El Cristo que ministramos debe ser Aquel que es todo-inclusivo, Aquel que es la centralidad y la universalidad de la economía de Dios (1:15, 18-19, 27; 2:4, 9, 16-17; 3:4, 11). Si no experimentamos a Cristo en todos Sus aspectos, nos será muy difícil ministrar a este Cristo a otros. Por ejemplo, si no conocemos por experiencia lo que significa vivir por Cristo(Ga.2:20; Fil.1:21), no podremos ayudar a nadie a vivir por Cristo. Pero si en nuestra vida diaria vivimos a Cristo, lo cultivamos y lo producimos como nuestro fruto, espontáneamente infundiremos a Cristo en otros cuando nos relacionemos con ellos. Cuanto más tomemos a Cristo como nuestra vida y nuestra persona, más capacidad tendremos para ministrar a Cristo en los demás. Al experimentar a Cristo y vivir por Él, influiremos en otros para que hagan lo mismo. Debemos disfrutar a Cristo como nuestra buena tierra; debemos laborar, vivir, andar y tener nuestro ser sumergido en Él. De este modo, infundiremos en los demás el mismo Cristo que experimentamos y por el cual vivimos. Lo que necesitamos en la iglesia del Señor, Su cuerpo(ef.1:22-23) no es esforzarnos más por traer a otros a la vida de iglesia, sino ministrar las riquezas de Cristo en las personas para que crezcan y maduren(Ga.4:19;1Jn.3:2). Por esta razón, nosotros mismos debemos experimentar más a Cristo como la porción de los santos. 

    En segundo lugar, si queremos presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrar las inescrutables riquezas de Cristo para que la iglesia sea edificada y se cumpla el propósito eterno de Dios (Ef. 3:8-11). Es posible ser buenos hermanos o hermanas, según el criterio humano, y al mismo tiempo carecer de las riquezas de Cristo.

     Presentamos perfecto en Cristo a todo hombre al completar la Palabra de Dios con la plena revelación de Cristo y la iglesia (1:25-27). Para presentar perfectos en Cristo a otros, debemos ayudarles a que reciban la revelación que completó la Palabra de Dios, la cual gira en torno a Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. Sin embargo, si analizamos nuestra situación, encontraremos que muy pocos de entre nosotros podemos completar la Palabra de esta manera. Es por eso que debemos tener la carga de que nos despertemos para ir en pos del Señor. Debemos tener hambre y sed de Él y seguirlo hasta llenarnos de Sus riquezas. Debemos orar: “Señor Jesús, no queremos ser indiferentes ni tibios. Anhelamos seguirte de forma absoluta y buscarte de todo corazón”. Si buscamos al Señor de esta manera, veremos más con respecto a Cristo y la iglesia. Pero si seguimos escasos de las riquezas de Cristo, en nuestra experiencia la Palabra de Dios estará incompleta. Por esta razón, debemos orar urgentemente y laborar en Cristo para completar en la práctica la Palabra de Dios, en lo que concierne a la revelación de Cristo y la iglesia. 

  En cuarto lugar, debemos ministrar a Cristo como el misterio de Dios, es decir, como la corporificación de Dios (2:2, 9). Debemos compartirles a otros cómo Cristo es la corporificación del Dios Triuno en nuestra experiencia. Debemos ser capaces de testificar cómo experimentamos cada día a Cristo como el Padre, el Hijo y el Espíritu. Puesto que tenemos a Cristo, tenemos también al Padre; y puesto que estamos en Cristo, estamos también en el Espíritu. El Espíritu que se mueve en nosotros es en realidad Cristo mismo(1 Co.:15:45). Cada día debemos ser un solo espíritu con el Señor y experimentar el hecho de que Él es uno con nosotros (1 Co. 6:17). En todos los aspectos de nuestra vida diaria y dondequiera que estemos, debemos experimentar cada vez más lo que significa ser un solo espíritu con el Señor. Esto no debe ser una doctrina ni una teoría para nosotros, sino una realidad en nuestra vida cristiana.

      El hecho de que el Señor es la corporificación del Dios Triuno, implica que todas las riquezas del Padre se hallan corporificadas en el Hijo. Además, el Hijo es plenamente hecho real a nosotros como el Espíritu, el cual es ahora un solo espíritu con nosotros. En 1 Corintios 6:17 Pablo dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Ser un espíritu con el Señor no debe ser una simple doctrina para nosotros. Por el contrario, debe ser nuestra experiencia cotidiana. Debemos saber en la práctica lo que es ser un espíritu con el Señor, con Aquel que es la corporificación del Dios Triuno. Si lo experimentamos de esta manera, podremos ministrarlo a las personas para el nutrimento y enriquecimiento de ellas, y ellas, como resultado, crecerán en Él. El crecimiento proviene de la alimentación. Si ellas se nutren del Cristo que les ministramos, esto es, del Cristo que es el misterio de Dios, serán perfeccionados y madurarán en Cristo.   

    Si hemos de presentar maduros en Cristo a los demás, debemos ministrar acerca de la iglesia como el misterio de Cristo, como la expresión de Cristo (Ef. 3:4; 1:23). Satanás sutilmente ha causado que muchos cristianos eviten el tema de la iglesia.

    El Señor desea obtener el Cuerpo, la iglesia. Él no quiere que la iglesia sea mera terminología: Él quiere la iglesia en un sentido práctico. Para que la vida de iglesia sea práctica, las iglesias locales deben existir. Esto se define claramente a lo largo de todas las epístolas, cartas y Apocalipsis. Hoy en día, la expresión práctica de la iglesia sólo se puede ver en las iglesias locales. ¡Oh, que todos aprendamos a ministrar la verdad de la iglesia como misterio de Cristo, como Su expresión, para que otros puedan ser presentados perfectos en Cristo!

    Por último, Cristo como vida a Sus miembros debe ser lo que impartimos a los creyentes, a fin de que ellos vivan por Él y crezcan con Él hasta la madurez. Colosenses 3:4 dice que Cristo es nuestra vida, y en Juan 6:57, 14:19 y Gálatas 2:20 leemos que debemos vivir por Él. De este modo, creceremos con Él hasta la madurez (Ef. 4:15, 13).

   Esta porción de la palabra, que he disfrutado, procede de los Estudios Vida del hermano Witness Lee.

      Los versículos y notas proceden de la Biblia Versión Recobro del hermano Witness Lee.

      Gracia y Paz para todos nosotros.

domingo, 26 de enero de 2014

Dispensar de la Trinidad Divina

LA ECONOMÍA O DISPENSAR DE LA TRINIDAD DIVINA Creo que muchos cristianos tenemos una visión muy pobre de la economía o dispensación de Dios. Efesios 1:10; 3:9 dice: "Para la economía (dispensación) de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra" y Efesios 3:9 dice: "y de alumbrar a todos para que vean cual es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas". En mi experiencia, veo que no tenemos una visión clara, por lo tanto, una experiencia de lo que es ser hechos hijos de Dios y el fin para el cual fuimos llamados e introducidos en el cuerpo de Cristo, llegando a ser parte del mismo. Juan 1:12-13 dice: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios"y en 2 de Pedro 1:4 vemos: ".....para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina........". Tenemos el concepto erróneo de que todas las personas somos hijos de Dios, pero, Jn. 1:12-13; 1 Jn.3:1-2, 5:11-12) nos dice que, sólo los nacidos de Dios son Sus hijos y participan de Su vida y Su naturaleza. Necesitamos nacer de nuevo; nacer de Dios. Jesús le dijo a Nicodemo: ".......el que no nace de nuevo.............." (Jn. 3:3, 5-7). La economía , dispensación o plan de Dios era un misterio oculto revelado a Su iglesia, en la dispensación de la gracia, por medio de los profetas y apóstoles(Ef. 3:9, 5; Col. 1:26). La dispensación de la gracia llegó con la venida de nuestro querido Señor Jesús, nuestro Salvador, mediante Su encarnación (Jn. 1: 14, 16). Este misterio está relacionado con Cristo y la iglesia. El misterio de Dios es Cristo como la corporificación de Dios(Col. 2:2; 9); el misterio de Cristo es la iglesia como Su cuerpo(Ef. 3:4; 1:23). La economía o dispensación de Dios no es simplemente salvarnos del infierno e ir al cielo; esto es muy pobre y el precio que pagó Dios fue muy elevado. Entre muchos versículos de la palabra, Romanos 8:29-30 dice: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que el sea el Primogénito entre muchos hermanos". "Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó. a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó". Observemos que todos los verbos se describen en pasado, lo cual indica que a los ojos de Dios todo el trabajo ha sido terminado. Debido a que Dios es el Dios de la eternidad, en El no existe el tiempo. Dios nos ha predestinado para que seamos plenamente conformados a la imagen de Su Hijo. Este es el destino que Dios determinó para nosotros en la eternidad pasada.Efesios 5:30 afirmando: " Porque somos miembros de Su Cuerpo" nos hacen ver como la trinidad divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo se imparte en Su pueblo escogido, redimido y regenerado, como Su vida, Su suministro de vida y Su todo, a fin de hacer de ellos Sus hijos y miembros de Cristo. Hemos sido predestinados para ser plenamente conformados a la imagen de Su Hijo. La conformación es el resultado de la transformación. Incluye el cambio de nuestra esencia y naturaleza interiores, y también el cambio de nuestra forma exterior cuando seamos glorificados, a fin de ser hechos conforme a la imagen de de Cristo (Ga. 4:19; 1 Jn. 3:2). Filipenses 3:21 dice: "El cual transfigurará el cuerpo de humillación nuestra, para que sea conformado al cuerpo de la gloria Suya, según la operación de Su poder, con la cual sujeta también a Sí mismo todas la cosas". Hermanos, esta es la palabra pura sin mezcla ni levadura. Debemos enseñar esta palabra a todos los creyentes. Este es el mandato del Señor a los dones dados al cuerpo para su edificación (Ef. 4:11-16) Como Sus muchos hijos, somos edificados (1 P. 2:5) corporativamente hasta ser Su morada en el espíritu(Ef. 2:21-22). Nuestro espíritu(1 Ts. 5:23) es el lugar donde se lleva a cabo la edificación de la iglesia, la casa de Dios, Su morada (1 Ti. 3:15). Como miembros de Cristo, somos concertados en la vida divina hasta ser Su Cuerpo (1Co. 12:12-13). También experimentamos una unión orgánica espiritual con El(1 Co. 6:17), participando de Su filiación divina (Ef. 1:5) y disfrutamos todas Sus riquezas inescrutables en Cristo (Ef. 3:8) hasta llegar a ser Su plenitud (Ef.3:19; 1:23) y Su expresión en esta era y por la eternidad como Su esposa, la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2). Este es nuestro destino. ¡Gloria al Señor! Que Dios nos conceda un espíritu de sabiduría y de revelación para el pleno conocimiento de Cristo y la iglesia. .- La fuente de esta porción de la palabra procede del ministerio de los hermanos Watchman Nee y Witness Lee. En cuanto a los versículos y las notas han sido tomados de la Biblia Versión Recobro del hermano Witness Lee.

jueves, 9 de enero de 2014

El Arbol de la Vida

EL ÁRBOL DE LA VIDA Y EL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL Vimos ya que la Biblia empieza con dos árboles, el árbol de la vida, que produce vida, y el árbol del conocimiento,que produce conocimiento. No obstante, el conocimiento es un pretexto, pues en realidad el árbol del conocimiento es el árbol de la muerte y produce muerte(Gn.2:7). Por tanto, desde el principio de la Biblia vemos dos líneas que continúan en toda la Biblia. La primera es la línea de la vida, la cual empieza con el árbol de la vida y continúa a través de las Escrituras hasta su final en la Nueva Jerusalén, donde vemos también el árbol de la vida (Ap. 22:1-2, 14). La segunda línea es la línea del conocimiento, la cual empieza con el árbol del conocimiento(Gn.2:17) y continúa en las Escrituras hasta su fin en el lago de fuego(Ap. 20:10, 14) LA LINEA DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL "Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer libremente, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás; porque el día en que comas de él, ciertamente morirás (Gn. 2:16-17). El primer mandamiento que dio Dios al hombre se relacionó con lo que este come, no con lo que hace. Comer es crucial para el hombre; es cuestión de vida o muerte. Lo que el hombre llegue a ser delante de Dios y su destino final, dependerá por completo de lo que coma. Si come del árbol de la vida, recibirá a Dios como vida y cumplirá el propósito de Dios; si come del árbol del conocimiento, recibirá a Satanás como muerte dependiendo totalmente de el, alejándote del propósito de Dios. El principio del árbol de la vida hace al hombre dependiente de Dios(Jn.15:5), mientras que el árbol del conocimiento hace que el hombre se rebele contra Dios y sea independiente de Él(Gn.3:5). ¿Dónde estamos nosotros y a dónde vamos? ¿En cual linea nos encontramos? Nosotros los redimidos estamos en la linea correcta, la linea de la vida (Jn. 1:12-13; 2 P.1:4; 1 Jn.5:11-13). Cuando somos salvos, somos salvos para siempre, y nuestra salvación está asegurada por la eternidad. No obstante, la Biblia nos amonesta en cuanto a nuestro andar cotidiano y nuestra labor para el señor. Como hijos nacidos de Dios, somos el cuerpo de Cristo (1:22-23), Su iglesia. Por otro lado El Señor Jesús está edificando Su iglesia, la cual es Su cuerpo (Mt.16:18). El Señor edifica Su iglesia al constituirse como vida en cada uno de Sus miembros del cuerpo, siendo transformados por Su vida (Ro.8:29-30; 2 Co. 3:18; Fil.3:21; 1 Co.15:51; Ga.4:19; 1 Jn.3:2). Para que esto sea posible debemos comer del árbol de la vida y beber del río de agua viva, Cristo Jesús(Jn.4:14, 7:37-38; Ap. 22:1, 17; Jn.6:47-58, 63) ¿Qué es la iglesia? La iglesia es parte de Cristo; no es nada menos que Cristo mismo. La iglesia es el elemento de Cristo que hay en los creyentes. Cuando se añade este elemento, que está en tantos creyentes, el resultado es la iglesia. La iglesia es la totalidad del Cristo que está en todos Sus creyentes. A pesar de ser regenerados(Jn.1:12-13; 1 P.1:23), en realidad no somos miembros del Cuerpo de Cristo si vivimos y actuamos conforme a nuestra disposición natural. Cuando nos conducimos conforme a nuestra disposición natural podemos ser estadounidenses, judíos o chinos típicos, pero en efecto no somos miembros de Cristo. En realidad, ¿qué es un miembro de Cristo? Es una persona producida por el elemento de Cristo, quien es el Espíritu vivificante y está en el espíritu de la persona(1 Co.15:45; Jn.20:22; 1 Co. 6:17). Cristo como Espíritu vivificante mora en Sus creyentes. Cuando se añade el Cristo que está en los creyentes, la suma equivale a la iglesia. Por consiguiente, todos debemos despojarnos de nuestro viejo hombre. Debemos desechar toda la vida natural de tal manera que el Cristo vivo sea expresado desde nuestro espíritu( 1 Ts.5:23; Ga. 2:20; Fil 1:21; Ga. 5:16, 6:7-8). Entonces seremos verdaderamente la iglesia. En la iglesia, en el nuevo hombre, no hay griego, ni judío, ni bárbaro, sino que Cristo lo es todo en todos (Col. 3:11). Expresar algo que no sea Cristo no es la iglesia. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). ¡Esta es la iglesia! ¡Esto es ahora hueso de Sus huesos! Todo lo que sale de la vida natural del hombre, como por ejemplo las organizaciones humanas y toda clase de actividad humana, predominantes en el cristianismo, no constituye la iglesia y tampoco puede ser el complemento de Cristo, pues no está a la par de El. En figura, estas cosas no deben considerarse como Eva, sino como todas las demás cosas a las que Adán puso nombre.Sólo lo que procede de Cristo puede ser reconocido por El. Sólo lo que proviene de Cristo puede regresar a El y corresponder a El. Sólo lo que procede de la vida de resurrección de Cristo puede ser Su complemento, el Cuerpo de Cristo. Sólo lo que procede de Cristo y que es Cristo mismo puede ser uno con El.En la tipología, Adán y Eva llegaron a ser una sola carne (Gn. 2:23-24). En la realidad, Cristo y la iglesia son un solo espíritu, porque todo el que se une al Señor es un sólo espíritu con El (1 Co. 6:17). En figura, todos los que creen en Cristo son “miembros de Su Cuerpo”. La unión matrimonial entre marido y mujer es un gran misterio “respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:29-32). Que Dios nos bendiga dándonos un espíritu de sabiduría y de revelación respecto a Cristo y Su iglesia. En Cristo José Luis Bruña Nota. La fuente de esta porción de la palabra procede del ministerio de los hermanos Watchman Nee y Witness Lee. Los versículos y sus notas corresponden a la Biblia Versión Recobro del hermano Witness Lee