martes, 21 de julio de 2009

Si oyereis hoy

Cuando Dios habla –entendiendo esto ya como los mensajes de los predicadores ni toda aquella abundancia religiosa llena de tantas maneras de explicar el evangelio, sino cuando verdaderamente Dios se manifiesta en la vida- el sello de una predestinación es que uno no endurezca su corazón. Ahí es donde se puede dar cuenta de que es difícil el hecho de hallarnos con Dios.

Dios es bueno, Dios habla. Dice que habla de muchas maneras. El problema esta en nuestra actitud hacia esa voz que tal vez muchos nunca han identificado. Recuerda usted que la predestinación viene desde el vientre de la madre y uno puede ver y sentir que cuando uno es de Dios la vida de uno esta orientada por una voz espiritual desde todos los puntos que podamos ver en nuestra vida. Usted ahí puede encontrar entonces la gran diferencia con el pueblo de Israel, porque ellos eran el pueblo de Dios, escogidos para guardar su ley, en un lugar terrenal; pero no eran parte del remanente escogido, por eso dice: "…si fuere el numero de los hijos de Israel como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo" (Rom. 9:27). Al decir remanente, ya esta hablando de un escogimiento, por alguien que pudo entender su voz y no endureció su corazón, como sucedió con el pueblo de Israel. Al igual en nuestros días, la iglesia nominal es puesta también por Dios; pero es un ente para proclamar su mensaje, para dar a conocer sus virtudes. Sin embargo, ser salvo no entra dentro de ese plan religioso, sino es ya producto de un plan espiritual de Dios, creado desde la fundación del mundo.

Creo que para quienes expresamos nuestra postura delante de Dios, la religión puede seguir haciendo su labor; pero cuando alguien es de Dios, sabe que uno ya no quiere proveer material para hacer una religión, sino para hallarnos con el y no endurecer nuestro corazón delante de el.

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El gran engaño

"Y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2ª. Tes. 2:10). Si cada uno de ustedes pudiera entender cuan difícil es evaluar el espíritu de engaño que opera en el mundo. El engaño esta ligado a la mentira, hipocresía, apariencia, que son sus principales aliados. Las buenas preguntas son: ¿en esta vida que persona escapa de no ser mentirosa?, porque, personas absolutamente verdaderas ¿Dónde están? Ligado a ello, el actuar de las personas que lleva a la hipocresía, en otras palabras, las personas siempre ocultan los sentimientos que tienen por otras personas. Y, por ultimo, al hombre le gusta vivir de apariencias. Le gusta el enaltecimiento, la vanagloria. Precisamente ahí es donde surge el "hombre de pecado, el hijo de perdición" (2ª Tes. 2:03), el cual esta ocupando –por un acto engañoso- un lugar que no le corresponde.

Ese grado de engaño en la actualidad es superlativo. Fíjese usted cuanta gente esta sacando títulos; se dan el lujo de decir: "estudie tal cosa" pero lo hace a base de fraudes. Todo eso es mentira; pero todo por darse un lugar.

Cuanta gente se viste con ropa muy fina por aparentar lo que realmente no es, y podríamos poner muchísimos ejemplos más en el mundo. Todo esto es común; pero lo mas difícil de entender es que el grado mas grande de engaño esta metido dentro de la religión. El diablo realmente ha hecho creer que mucha gente es salva, cuando en la realidad los frutos de un nuevo nacimiento no se miran. La mayoría de pastores predica un mensaje confuso, no son personas definidas en su criterio, solo saben teología; saben predicar, saben entretener a la gente; pero desconocen la voluntad de Dios. Si alguien me asegura que conocer la voluntad de Dios es fácil o es el simple creer que merece todo el gran respeto, pero del engaño, eso es más problema. No porque usted estudie o tenga algún privilegio ministerial, usted ya se las sabe todas y ya no tiene engaño en su corazón. El pecado no respeta títulos ni personas, entienda usted: el pecado es pecado. El único que nos puede sacar de todo esto es el Espíritu de Dios. Realmente, que Dios nos ayude a salir de todo este engaño.

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miércoles, 15 de julio de 2009

Ciegos

Una de las actitudes más nobles en esta vida es cuando ayudamos a las personas que tienen algún problema físico; nos despierta más de algún sentimiento de compasión. Por ejemplo, conducir a un ciego para que no se tropiece nos produce una gran satisfacción, etc. Esta loable cualidad material pareciera que se ennoblece mas cuando uno trata de ayudar a quienes tienen problemas de conducta, como serian los mareros, niños de la calle, alcohólicos, drogadictos, mujeres y niños con problemas de violencia familiar, etc. Todo esto es bien visto por las personas, partiendo de la idea generalmente aceptada de que se debe ayudar a todos los que tienen problemas. Para ello solo se necesita conocer los problemas, tener recursos económicos y la buena voluntad ara realizar esta clase de altruismo.

Sin embargo, en el campo espiritual, para que alguien pueda ayudar a otros –según los principios de Cristo- tiene que ser una persona que pueda ver, pues para Dios son ciegos aquellos que no conocen el camino hacia el. Entonces, para brindar una ayuda espiritual, lo debe hacer alguien que si ve. Para Dios es imposible que un ciego guíe a otro ciego: "¿A caso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? (Luc. 06:39)

El trabajo espiritual es tan delicado y según la apreciación de Cristo, no se puede improvisar a alguien. Para ayudar a los demás se debe tener una condición especifica, y es: "no ser ciego". Pero esto ¿Qué significa? Dice que si alguien es ciego y quiere ayudar a otro ciego, ambos caerán en el mismo agujero. Lamentablemente el evangelio lo han convertido en una institución donde cualquiera puede ayudar a otro sin llegar a establecer si esta persona "mira".


 

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Grupos religiosos

En los postreros días, "teniendo comezón de oír se amontonaran maestros conforme a sus propias concupiscencias y apartaran de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2ª Tim.04:03-04). El aumento de tanto "siervo de Dios" en nuestros días no lo debemos tomar como una gran bendición, porque en lugar de ser un beneficio, esta confundiendo el camino que lleva a Dios. Muchos de los "orientadores espirituales", son personas que necesitan ayuda y orientación porque ni ellos mismos saben a ciencia cierta lo que están haciendo, y todo esto, para que se cumpla la palabra del Señor.

Por supuesto, que cada quien sabe cuanto mira eso no es lo mismo que decir cuanto sabe de Biblia. Uno puede saber mucha Biblia, pero oiga lo que el Señor le dijo a los que mas letra sabían: "Entonces algunos de los fariseos que estaban con el, al oír esto, le dijeron: ¿A caso nosotros somos también ciegos? (Jn. 09:40). Por supuesto que las palabras de Cristo ofendieron profundamente a los fariseos, porque todos los tenían a ellos como los más grandes orientadores de un camino, y por ello no se reconocían ciegos.

Hoy en día tenemos la misma situación que vivió nuestro Señor Jesucristo, pues cada persona religiosa que pretende ayudar a los demás generalmente no ha visto su propia condición de ciega, donde su corazón esta lleno e rencor, violencia, insultos, maltratos y sobre todo, lleno de amargura y resentimiento. ¿No es esto una ceguera espiritual? La persona que pretenda orientar a los demás necesita ser como nuestro Señor Jesucristo, quien amo sobre todo a los "enemigos", cumpliendo así el siguiente pasaje: "…Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mat. 05:44); "Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis" (Rom. 12:14).

Ante la falta de reconocimiento de la ceguera espiritual de todo un mundo religioso, el Señor Jesucristo dijo estas palabras: "…si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: vemos, vuestro pecado permanente" (Jn. 9:41). Al no reconocer nuestra condición delante de Dios y considerarnos personas con una gran visión espiritual, esto molesta e indigna a Dios, a tal grado que Dios dice que nuestros pecados pueden permanecer por la falta de humildad en nuestra propia vida. La verdad es que necesitamos que Dios nos abra los ojos; que nos de ese colirio para que veamos. ¡Que Dios le bendiga!

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