lunes, 19 de noviembre de 2018

Por tanto, no nos desanimamos

2 Co. 4:16
Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obs­tante se renueva de día en día.
5:15
Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y resucitó.

Nuestro espíritu humano regenerado no sólo es un órgano con el cual conocemos la supereminente grandeza del poder de Dios, sino que también es el hombre interior junto con el Cristo que mora en noso­tros como su persona. Necesitamos vivir en nuestro espíritu, el hombre interior, al tomar a Cristo como nuestra persona. Deberíamos ser fortalecidos en nuestro hombre interior para que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón, y deberíamos tomar a Cristo no sólo como nuestra vida y poder, sino también como nuestra persona.
Necesitamos tomar a Cristo como nuestra persona. Nuestra pa­sada persona, nuestro yo, estaba en nuestra alma, pero nuestra nueva persona, Cristo, está en nuestro espíritu. Por consiguiente, necesitamos negar nuestro yo, nuestra vieja persona, y tomar a Cristo como nuestra nueva persona. A fin de tomar a Cristo como nuestra per­sona, debemos dejar nuestro yo a un lado.
En nuestro hombre interior, que es nuestro espíritu regenerado, tenemos a Cristo no sólo como nuestra vida, sino también como nuestra persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Con Cristo estoy jun­tamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Como creyentes que somos, tenemos tanto el “yo” (el ego), nuestra pasada persona, como a Cristo, nuestra nueva persona. El “yo” se encuentra en nuestra alma, pero Cristo se encuentra en nuestro espíritu. El “yo” es la persona del hombre exterior, el viejo hombre, pero Cristo es la persona del hombre interior, el nuevo hombre. Hay dos personas en nuestro interior: el “yo” y Cristo. El “yo”, nuestra pasada persona, ha sido crucificado (Ro. 6:6), y Cristo, nuestra nueva per­sona, vive en nosotros. Ya no vivo “yo”, mas Cristo.
Muchos cristianos saben que Cristo es nuestro poder y nuestra vida, pero pocos se percatan de que Él también es nuestra persona. Cristo no sólo es la realidad de todos los atributos divinos, sino que también es la persona de nuestro hombre interior. Como creyentes regenerados, tenemos a Cristo mismo en nosotros como nuestra persona. Carecemos del lenguaje, de las palabras adecua­das, para explicar este misterio maravilloso y profundo.
Necesitamos ver la diferencia que existe entre la vida y una per­sona. Mientras que la vida es el medio por el cual vivimos, una persona es un ser viviente que tiene un propósito, un objetivo, una elección y una preferencia. No sólo deberíamos vivir por Cristo como nuestra vida, sino también tomarle como nuestra persona. A fin de tomar a Cristo como nuestra persona, necesitamos negar nuestro propósito, objetivo y preferencia y tomar Su propósito, objetivo y preferencia.
Necesitamos tomar a Cristo como nuestra persona en nuestro andar diario. Si nuestra intención es ir a una tienda por departamentos para comprar ciertos artículos, nuestro enfoque principal no debería ser si lo que compramos es según la voluntad del Señor, sino más bien quién hace la compra, es decir, si es el yo quien com­pra o es Cristo … Cuando estemos a punto de comprar cierto asunto, deberíamos orar: “Señor, eres mi persona. ¿Comprarías Tú esto?…”. Si tomamos a Cristo como nuestra persona en el asunto práctico de ir de compras, podremos declarar con seguridad: “No soy yo quien compra, sino Cristo”.
Cristo, quien es nuestra persona, tiene por finalidad la vida de iglesia. Deberíamos permitir que Cristo viva en nosotros y haga Su hogar en nuestro corazón de modo que podamos ser llenos hasta toda la plenitud de Dios a fin de ser la manifestación práctica de la iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23; 3:19). Deberíamos vivir en el hombre interior al tomar a Cristo como nuestra persona a fin de que poda­mos tener una vida de iglesia apropiada, viviente y rica. Si llevamos una vida diaria en la que tomamos a Cristo como nuestra persona, nos congregaremos en las reuniones no sólo con Cristo, sino también en calidad del Cristo corporativo (1 Co. 12:12). En tales reuniones rendiremos verdadera adoración al Padre, adorándolo en nuestro espíritu y con Cristo como la realidad divina (Jn. 4:24). Que el Señor abra nuestros ojos para ver que necesitamos ser fortalecidos en nues­tro hombre interior a fin de que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón. Si Cristo toma plena posesión de nuestro ser, lo disfrutare­mos como todo en la iglesia, y produciremos el aspecto práctico de la iglesia como nuevo hombre, donde Cristo lo es todo, y en todos.
(Col. 3:10-11

Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, Mi palabra guardará

Jn. 14:23
Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
Col. 3:11
Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos.

Dios nos hace igual a Él al impartirnos Su vida y Su naturaleza. En 2 Pedro 1:4 leemos que hemos llegado a ser “participantes de la naturaleza divina”. Juan 1:12-13 dice que hemos nacido, hemos sido regenerados, de Dios con Su vida.
Hemos nacido de Dios y hoy en día, por tener Su vida y Su natu­raleza, somos parcialmente como Él. Un día, cuando Él venga, sere­mos semejantes a Él plena y completamente.
Era maravilloso que David fuese un hombre conforme al corazón de Dios, pero no era suficiente. Dios desea que podamos testificar: “Yo no soy solamente una persona conforme al corazón de Dios. Yo soy Dios en vida y en naturaleza, mas no en la Deidad”. Por una parte, el Nuevo Testamento revela que la Deidad es única y que sólo Dios, Aquel quien únicamente tiene la Deidad, debe ser adorado. Por otra, el Nuevo Testamento revela que nosotros, los creyentes en Cristo, poseemos la vida y la naturaleza de Dios y que estamos llegando a ser Dios en vida y en naturaleza, mas nunca compartiremos Su Deidad.
 [En 2 Samuel 7] David quería edificar una casa de cedro para Dios, pero Dios, en Cristo, quería edificar Su mismo ser en David. Lo que Dios edificaría en David sería tanto la casa de Dios como la casa de David.
Es menester que nos demos cuenta de que Dios obtiene Su habitación, no por nuestras propias obras, sino porque Él la edifica. Cristo edifica la iglesia (Mt. 16:18) al entrar en nuestro espíritu y extenderse de ahí a nuestra mente, parte emotiva y voluntad, a fin de ocupar nuestra alma completamente. Entonces la iglesia se convierte tanto en la habitación de Dios como en la nuestra. Esto es lo que necesitamos, y esto mismo deseamos recalcar.
No es necesario que edifiquemos nada para Dios. Más bien, lo que Dios en Cristo desea es forjarse dentro de nosotros como vida, naturaleza y esencia. Finalmente, el Dios Triuno llegará a ser nuestra constitución intrínseca. Seremos constituidos con el Dios Triuno. Esto será la descendencia de David y el Hijo de Dios, algo divino y humano que satisfará la necesidad de Dios y la nuestra de tener una morada mutua. La Nueva Jerusalén es la consumación de esta morada mutua, y todos estaremos allí.
En 2 Samuel 7 se nos revela una profecía por medio de la tipología, en la cual vemos que no necesitamos edificar algo para Dios. Sencillamente no tenemos la capacidad para ello. No podemos edificar nada para Dios con nuestros propios esfuerzos ni con nuestro conocimiento bíblico o teológico. Lo que necesitamos es que Dios edifique a Cristo en nuestra constitución intrínseca para que todo nuestro ser sea reconstituido con Cristo. Como resul­tado, no sólo producirá un cambio en nosotros, sino que nos transformará de una clase de persona a otra.
Ahora entendemos que 2 Samuel 7 indica sencillamente que Dios no necesita que edifiquemos algo para Él. Nosotros no somos nada, ni tenemos nada, ni podemos hacer nada. Por consiguiente, necesitamos que Cristo se forje en nuestro ser.
A estas alturas debemos definir una vez más la economía de Dios. La economía de Dios consiste en que Dios, en Cristo como Su corporificación, se forje en nosotros. Cristo pasó por la muerte y la resurrección, y por medio de éstas llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora debemos permitir que Dios forje a Cristo como Espíritu en cada parte de nuestro ser. Cuanto más se lo permitamos, más podremos afirmar: “Para mí el vivir es Cristo”,­ y “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Fil. 1:21; Gá. 2:20).

Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer

Fil. 2:13
Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito.
Gá. 4:19
Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros.

La economía de Dios gira en torno a una sola cosa: la obra única de Dios. La obra única que Dios ha llevado a cabo en el universo y a lo largo de todas las eras y generaciones, es la de forjarse en Cristo dentro de Su pueblo escogido, haciéndose uno con ellos. Esto implica la mezcla de la divinidad con la humanidad.
A fin de forjarse en nosotros, Dios se hizo hombre y llevó una vida humana sobre la tierra. Luego, pasó por la muerte y entró en resurrección y ascensión, llegando a ser el Espíritu consumado y vivificante, listo para entrar en nosotros. Cuando entró en nosotros, Él regeneró nuestro espíritu. Ahora Él opera en nosotros a fin de aumentarse en nosotros y edificarse en nuestro ser.
Tengo la carga de hablar de la intención que Dios tiene de edificar Su mismo ser en nosotros, lo cual realiza en Cristo. Dios no desea principalmente hacer cosas por nosotros, sino forjarse en nuestro ser.
Aunque Dios no está limitado por el tiempo, Él ha —en el curso del tiempo, gradualmente y poco a poco— liberado Su revelación al hombre.
Dios no se edifica en Sí mismo, sino en el hombre, e incluso no sólo en el hombre, sino dentro del hombre. Esto es una obra de edificación en la que Dios en Cristo se constituye en el hombre.
La intención de Dios es que Cristo sea forjado completamente en su ser, pero a usted en su búsqueda espiritual no le interesa eso en absoluto. Esto indica que en su búsqueda espiritual usted va en dirección contraria, pues únicamente tiene en cuenta su pro­pia intención … Siento la carga de que la mayoría de los santos en el Cuerpo del Señor no ha visto [este asunto de la intención de Dios].
Dios no tiene intención de que meramente prediquemos el evan­gelio o que administremos una iglesia. La intención de Dios es for­jarse en nosotros cuando predicamos el evangelio y administramos la iglesia. Su intención es llegar a ser nuestros elementos intrín­secos … Al hacer esto, mata dos pájaros con una sola piedra … Él puede llevar a cabo la obra, propagar el evangelio y cuidar de la iglesia por medio de nosotros. Al mismo tiempo, mediante estas obras, Él se puede añadir a nosotros. Dios no tiene intención de corregir nuestros errores. Su única intención es forjarse en nosotros y llenarnos de manera que, día tras día, … Él llegue a madurar en nosotros.
Espero que no tomen mis palabras como una mera enseñanza. Les estoy mostrando algo aquí. Les estoy señalando un camino. No tengo la expectativa de que estas palabras les proporcionen entusiasmo o estímulo alguno. Mi única esperanza es que aquellos que tienen un corazón para el Señor reciban la bendición aquí.
Si leemos todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, veremos que Dios tiene un propósito específico en el hombre. Ya sea al crear al hombre o al redimirlo, Dios desea alcanzar este propósito. Este propósito puede ser considerado como el centro del universo. Si el hombre no se encuentra con este propósito mientras vive en la tierra, se sentirá vacío. Incluso un cristiano que no vea este propósito sentirá que su vida carece de significado. Por medio de Su palabra, Dios nos ha mostrado de muchas maneras cuál es este propósito. El propósito de Dios consiste en forjarse en el hombre. Al final de Apocalipsis se nos dice que en el cielo nuevo y la tierra nueva, cuando la obra de Dios haya sido completada, Él se habrá forjado completamente en el hombre. Para ese entonces, Dios estará plenamente en el hombre y el hombre estará plenamente en Dios. Dios y el hombre llegarán a ser una sola entidad. Podríamos pensar que estábamos destinados a la perdición y al infierno. Después de ser salvos quizás pensemos que ahora, por ser personas salvas, estamos satisfechos siempre y cuando podamos ir al cielo. Sin embargo, éste no es el propósito más elevado de Dios, Su má­ximo propósito. El propósito más elevado de Dios, Su máximo propósito, consiste en forjarse en el hombre.

Tus óleos de unción tienen fragancia agradable

Cnt. 1:3-4
Tus óleos de unción tienen fragancia agradable; tu nombre es como ungüento derramado; por eso las vírgenes te aman. Atráeme; y en pos de ti correremos … nos alegraremos y nos regocijaremos en ti; ensalzaremos tus amores más que el vino. Con razón te aman [heb.].
Ef. 3:17
Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor.

Debido a Tu misma persona (el ungüento) y Tu nombre (el ungüento derramado), las vírgenes te aman. Ellas te aman por Tu misma persona y Tu nombre. No podemos amar una obra ni tampoco un poder. Solamente podemos amar a una persona, a alguien que tiene personalidad. Te amamos y somos atraídos por Tu misma persona y Tu nombre. Aunque no hemos percibido Tu olor en su totalidad, lo que hemos percibido es suficiente para amarte. La revelación de la persona del Señor no solamente provoca la adoración por parte del hombre sino también el amor. El amor al Señor surge en cada uno de nosotros cuando tenemos una visión de Su persona.
Después de que leemos el libro de Efesios, vemos la relación que existe entre el “primer amor” y “las primeras obras” [Ap. 2:4-5]: “Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Ef. 4:15-16) ... “Las primeras obras” no son aquellas que los hombres elogian o observan. Son obras realizadas en secreto, como aquéllas que realizan “las coyunturas”. Las obras que el Señor considera preciosas no son aquellas que poseen grandeza o importancia externamente, sino aquellas que en realidad edifican el Cuerpo de Cristo “en amor”. Ésta es la obra verdaderamente eficaz. Si el amor no es nuestra motivación, nuestras obras no son las obras de amor. Es debido a que el amor del Señor Jesús está presente que toda obra realizada llega a ser una obra que edifica la iglesia, por lo cual se producirá el correspondiente acoplamiento y entrelazamiento armonioso y no habrá disensión alguna producida por las diversas opiniones. Aunque la iglesia en la actualidad ha dejado su primer amor y no ha hecho sus primeras obras, nosotros todavía podemos ser unidos a la Cabeza y crecer en todo en Él, de quien recibiremos el suministro y la fortaleza. Todos los que han recibido el poder del amor de parte de la Cabeza pueden hacer las “primeras obras”. En estos días vemos la desolación de la iglesia. Tanto el primer amor como las primeras obras se han desaparecido por completo. Éste es el momento en que debemos postrarnos ante Dios, humillarnos a nosotros mismos y confesar nuestros pecados. El Señor nos llama al arrepentimiento. La puerta de la gracia aún está abierta de par en par. Debemos acercarnos rápidamente. Damos gracias al Señor, porque Él nos ha mostrado que muchos santos están dispuestos a dejar todas las organizaciones y también están dispuestos no solo a asirse al primer amor, sino también a avivar las primeras obras … ¿Cómo pudo la iglesia haber caído tan bajo? Pablo se percató del peligro que acechaba a los efesios desde el principio. Por tanto, él elevó la oración que se menciona en Efesios 3:14-19. Es fácil para un cristiano amar al Señor durante un instante … Me temo que muchos de los que amaban al ­Señor hace apenas unos cuantos años, gradualmente se hayan enfriado … En la oración de Pablo se nos da la razón de ello: “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor” (v. 17). Todo aquello que carece de cimientos no durará para siempre. Si nuestro amor es como un árbol con sus correspondientes raíces o como una casa con su respectivo cimiento, entonces este amor siempre será el “primer amor” … [La raíz y el cimiento es] Cristo, quien hace “Su hogar en vuestros corazones”. Es por esto que nuestro amor está debidamente arraigado y cimentado. El mayor peligro que corremos es tener mucho conocimiento espiritual sin experimentar el hecho de que Cristo vive en nuestros corazones … [Los efesios] habían recibido el amor de Dios (1:5-8), pero este amor no había sido arraigado ni cimentado en sus corazones. Por consiguiente, Pablo oró por ellos.

domingo, 31 de diciembre de 2017

El plan de DIOS 2da. parte

Zac. 12:1
Así declara Jehová, que extiende los cielos, pone los cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él.
2 Co. 3:17
Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Dios, al crear, hizo tres cosas cruciales y de igual importancia: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Los cielos fueron hechos para la tierra, la tierra fue hecha para el hombre, y el hombre fue creado por Dios con un espíritu a fin de que pudiese contactar a Dios, recibir a Dios, adorar a Dios, vivir a Dios, cumplir el propósito divino en pro de Dios y ser uno con Dios. En Su economía, Dios planeó que Cristo fuese la centralidad y universalidad de Su mover sobre la tierra. Así pues, era necesario que para Su pueblo escogido —cuyo interés estaría puesto en Cristo como su Creador y Redentor— Dios crease un órgano receptor, de modo que ellos estuviesen capacitados para recibir todo cuanto Dios planeó que Cristo fuese para ellos … (Ef. 1:17-18a; 3:5). (Zac. 12:1,
El Espíritu Santo de Dios habitando en nuestro espíritu humano para impartir en nuestro ser todo lo que Dios es en Cristo, es el enfoque, el blanco mismo, de esta misteriosa distribución del Dios Triuno. Éste es el campo de batalla de la guerra espiritual. De qué manera, por medio de muchas cosas buenas y hasta bíblicas, el enemigo sutil ha estado y aún está distrayendo de este blanco de la economía de Dios a los santos de Dios, aun a los que le buscan diligentemente. En semejante tiempo de confusión, tal como en los tiempos en que fueron escritas las epístolas a Timoteo, debemos ser reducidos y aun dirigidos al Espíritu divino y todo-inclusivo en nuestro espíritu humano a fin de que seamos guardados de errar el blanco de la economía divina. Por lo tanto, hoy en día es fundamentalmente necesario regresar a nuestro espíritu humano así como permanecer en él y ejercitarlo a fin de hacer real el Espíritu de Dios. Al hacer esto podemos participar de toda la plenitud de Dios al disfrutar las inescrutables riquezas de Cristo. Que el Señor nos conceda la gracia para que seamos introducidos en tal aprenhensión y para que lo pongamos en práctica en nuestra vida diaria y en todo lo que hagamos.
El Cristo todo-inclusivo como buena tierra está en nuestro espíritu y Su morada en el Lugar Santísimo también está en nuestro espíritu. Si usted no sabe cómo discernir el espíritu del alma, usted errará el blanco y no podrá disfrutar a Cristo. Cada día usted debe tratar con el Cristo viviente, quien es tan subjetivo a usted. Cristo está en usted, y Él es viviente, real y práctico … Pido la ayuda del Señor para que nuestros ojos sean abiertos a fin de que veamos la visión celestial y la revelación interior de este Cristo viviente y subjetivo, que La vida de iglesia … es la gracia que absorbe las diferencias raciales. El asunto de la raza carece de la gracia. Si tenemos la gracia, no tendremos más problemas raciales. Si aún tenemos problemas raciales, eso indica que nos falta la gracia.
Gálatas 6:18 dice que la gracia del Señor sea con nuestro espíritu. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, disfrutamos al Señor como gracia. Cada vez que comencemos a discutir con nuestro cónyuge, de inmediato tenemos que volvernos a nuestro espíritu … La mente es el país de las discusiones, pero el espíritu es el país de la gracia. No se trata de que nos esforcemos por vencer, sino más bien de que estemos en el país correcto. El país correcto está en nuestro espíritu. (El Cristo que mora en nosotros según se ve en el canon del Nuevo Testamento, pág. 118)
Pablo dijo: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros” (2 Ti. 4:22). La degradación de la iglesia consiste en no tener la experiencia de que el Señor esté con nuestro espíritu y en perder así la presencia de la gracia. Necesitamos prestar atención a eso. Nuestro disfrute y experiencia más elevados consiste en que nuestro Señor está con nuestro espíritu … Disfrutar del hecho de que el Espíritu del Señor está en nuestro espíritu es tener la gracia con nosotros. Cuando esto se pierde, ha llegado la degradación de la iglesia.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

El Plan de DIOS


  Tenemos que andar en la verdad propia de la visión celestial de la economía de Dios, del blanco de la economía de Dios y de la meta de la economía de Dios; esta visión tiene que ser renovada en nosotros día tras día a fin de ser la visión que controla toda nuestra vida, toda nuestra obra y todo lo que hacemos.
Nuestro espíritu es un “país” de gracia para absorber toda raza con miras al nuevo hombre; nuestra mente es un “país” de disputas; disfrutar del hecho que el Señor como Espíritu está en nuestro espíritu es tener gracia con nosotros; cuando esto se pierde, la degradación de la iglesia está presente.
Dios escogió al apóstol Pablo para que llevara la responsabilidad de la economía de Dios, y Pablo entrenó en esta eco­nomía a su hijo espiritual Timoteo. Es muy interesante notar que las epístolas de Pablo a Timoteo fueron escritas en un tiempo en que muchos cristianos se habían desviado de la senda original. Habían errado el blanco central de la economía de Dios y estaban prestando atención a otras cosas.
La economía de Dios la cual consiste en impartirse en Cristo a Su pueblo escogido a fin de obtener una casa que lo exprese, que es la iglesia (1 Ti. 3:15), el Cuerpo de Cristo. El ministerio del apóstol estaba centrado en la economía de Dios (Col. 1:25; 1 Co. 9:17), mientras que las diferentes enseñanzas de los disidentes eran usadas por el enemigo de Dios para distraer a Su pueblo de esta economía. En la administración y en el pastoreo de una iglesia local, la economía divina debe ser presentada claramente a los santos. (1 Ti. 1:4,
Según la historia, dos elementos predominantes distraían de la senda correcta a los primeros cristianos: el judaísmo y el gnosticismo … Al parecer, los buenos elementos del judaísmo y del gnosticismo eran lo que desviaba a estos primeros cris­tianos … Los judaizantes enfatizaban firmemente la ley mosaica del Antiguo Testamento.
Hoy en día, aunque no hay judaizantes ni gnósticos que nos perturben, aún hay muchas cosas que nos distraen … Si dedicamos tiempo para el Señor, nos daremos cuenta de que el enemigo persiste en usar hasta las cosas buenas del cristianismo para distraer del blanco de la economía de Dios a los hijos del Señor.
¿Qué es la economía de Dios? … Si con perspicacia espiritual hacemos un cuidadoso y completo estudio de las Escrituras, nos daremos cuenta de que la economía de Dios es simplemente Su plan de impartirse a Sí mismo en la humanidad. La economía de Dios es la dispensación de Dios, lo cual significa nada menos que Dios se imparte a Sí mismo en el linaje humano … En esta divina dispensación Dios, quien es todopoderoso y todo-inclusivo, tiene la intención de impartir en nosotros nada menos que a Sí mismo.
Dios es sumamente rico … [Su] capital es simplemente Él mismo, y con ello Él tiene la intención de “manufacturarse” a Sí mismo en producción masiva. Dios mismo es el Hombre de negocios, el capital y el producto. Su intención consiste en impartirse a Sí mismo en muchas personas, en producción masiva y en forma gratuita. Por lo tanto, Dios necesita tal arreglo divino, un manejo divino, una impartición divina, una economía divina, a fin de introducirse en la humanidad.
Seamos más específicos. Ahora que sabemos que el propósito de Dios consiste en impartirse a Sí mismo, tenemos que descubrir lo que Dios es a fin de saber lo que Él imparte. En otras palabras, ¿cuál es la sustancia de Dios? Cuando un hombre de negocios planea fabricar un producto, antes que nada tiene que conocer claramente la sustancia o materia prima de ese producto. La sustancia de Dios es Espíritu (Jn. 4:24). La esencia misma del Dios todopoderoso, todo-inclusivo y universal es simplemente Espíritu. Dios es el Fabricante y tiene la intención de reproducirse a Sí mismo como producto; por lo tanto, cualquier cosa que Él reproduzca tiene que ser Espíritu, la propia sustancia de Él mismo.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

Desde el principio

1 Jn. 1:1-2
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante a la Palabra de vida (y la vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó).
El ministerio de Juan es un ministerio que remienda. Pedro estaba pescando cuando fue llamado por el Señor, pero cuando Juan fue llamado, él estaba remendando la red (Mt. 4:21). Pedro pescó mucho, es decir, atrajo multitudes. Sin embargo, Juan remendó la red espiritual porque su ministerio era un ministerio que remienda por medio de la vida. La vida es lo único que puede remendar y cubrir todos los agujeros de la red espiritual. ¡Cuán necesario es esto en la actualidad! Hay tantos agujeros en la red cristiana. ¿Qué puede remendarlos? Sólo la vida. Es por esto que hemos sido inquietados muchas veces con este asunto de la vida. Algunas personas se ríen de nosotros y dicen: “¿No saben otra palabra que no sea vida?”. Sí, en cierto modo, sólo conocemos la vida. No conocemos nada más, porque no necesitamos nada más. La vida es lo único que necesitamos.
Los escritos de Juan son las últimas palabras de la revelación divina presentada en las Escrituras … Se puede decir mucho, pero la decisión se dice al final.
El último libro de Pablo, 2 Timoteo, fue escrito aproximadamente el año 66 d. C. Durante los siguientes veinticinco años surgieron muchas herejías, algunas de las cuales afirmaban que Cristo no era Dios, o que Cristo no había venido en la carne. Por tanto, cerca del año 90   aparecieron los escritos de Juan. El Evangelio de Juan fue escrito para testificar que Cristo era verdaderamente Dios (Jn. 1:1; 20:28). La Primera Epístola de Juan se escribió para confirmar que Cristo verdaderamente había venido en la carne (1 Jn. 4:2-3).
El ministerio de Juan, por tanto, tenía como finalidad reparar el daño infligido al ministerio de Pablo. Si la manga de mi abrigo ha sido desgarrada, deberá ser zurcida nuevamente de acuerdo al diseño original de dicho abrigo … Todo lo que se debe hacer es zurcirla para fortalecer el lugar donde se rasgó, con lo cual se habrá reparado apropiadamente el abrigo. Hoy en día el recobro del Señor se encuentra en el lapso que corresponde a este ministerio remendador. Por tanto, tenemos que regresar a la condición original, pero de manera fortalecida.
¿Cómo podemos afirmar que el ministerio de Juan es más fuerte que el de Pablo? ¡En otros mensajes dijimos que el ministerio de Pablo era más fuerte que el de Juan! Pero ahora queremos abordar este asunto considerándolo desde otra perspectiva. Pablo nos dijo que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo, la familia de Dios, la casa de Dios, el reino de Dios, la novia y el guerrero. Pero Pablo no nos dijo que la iglesia es el candelero. Tampoco nos dijo que la consumación de la iglesia será la Nueva Jerusalén. ¿Acaso no es más grande una ciudad que una casa? ¡El ministerio de Juan es más fuerte, más profundo y más elevado que el de Pablo!
Después de los tiempos de Pablo, cuyos escritos fueron terminados alrededor del año 66 d. C., una serie de enseñanzas diferentes se infiltraron en la iglesia con el fin de dañarla. Un cuarto de siglo después de la muerte de Pablo, Satanás, insidiosamente, introdujo enseñanzas falsas sobre la persona de Cristo y sobre la iglesia. Se introdujeron herejías según las cuales se afirmaba que Cristo no era Dios, que no era el Hijo de Dios e incluso que Él no vino en la carne … Pablo completó la revelación contenida en la Biblia, pero poco tiempo después fue dañada. Por tanto, después del ministerio completador, se necesitaba un ministerio remendador. Con estos dos ministerios se dio conclusión a la Biblia. Por favor noten que con los escritos de Juan se dio conclusión a los Evangelios, pues el Evangelio de Juan fue el último en ser escrito. Después, sus tres epístolas constituyen la conclusión de las Epístolas de la Biblia. Por último, el libro de Apocalipsis finaliza el Nuevo Testamento e incluso toda la Biblia.
Estos escritos eran para reparar la tela rasgada de la iglesia. ¡Cuánto le debemos a este ministerio remendador!