viernes, 11 de octubre de 2019
El voto del Nazareo
El Señor pudo llevar una vida tan excelente … Isaías 7:15 nos da la razón por la cual Él pudo tener tal vivir. ¿Por qué pudo Él desechar lo malo y escoger lo bueno? ¿Cómo sabía desechar el mundo y escoger la voluntad de Dios? ¿Cómo sabía desechar la gloria de los hombres y escoger la gloria de Dios? La respuesta a estas preguntas se encuentra en Isaías 7. El versículo 14 dice: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Todos sabemos que esto hace referencia al Señor Jesús. Lamentablemente, muchas personas se olvidan del versículo 15 … No sólo el versículo 14 se refiere al Señor, sino también el versículo 15 se refiere a Él. El versículo 15 nos dice que Él comió mantequilla y miel durante toda Su vida. Debido a que Él comió mantequilla y miel toda Su vida, Él pudo elegir lo bueno y desechar lo malo. A esto se debe que Él pudiera obedecer a Dios, procurar Su gloria y conquistar Su corazón.
¿Qué significado tienen la mantequilla y la miel? … La mantequilla es el alimento más rico de todos, mientras que la miel es el más dulce. El Señor Jesús se alimentó durante toda Su vida con los alimentos más ricos y más dulces. A esto se debe que Él pudiera desechar lo malo y escoger lo bueno.
La Biblia nos dice qué es lo más rico. Es la gracia de Dios. La Biblia también nos dice qué es lo más dulce. Es el amor de Dios. Todo el tiempo, Dios puso delante de Cristo la rica gracia y le dio a Él el dulce amor. A esto se debe que Él pudiera obedecer a Dios y escoger Su voluntad. A esto se debe que Él pudiera rechazar lo malo y escoger lo bueno. Hoy consideraremos un poco cómo el Señor comió mantequilla y miel, y cómo Él rechazó lo malo y escogió lo bueno.
A los doce años de edad, nuestro Señor fue con Sus padres a Jerusalén para guardar la fiesta. Después de la fiesta Sus padres regresaron, pero Él permaneció en Jerusalén sin que ellos lo supieran. Más tarde, Sus padres regresaron a Jerusalén para buscarlo. Después de tres días lo encontraron en el templo. Su madre dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, Tu padre y yo te hemos buscado con angustia” [Lc. 2:48]. El Señor no respondió diciendo: “¿No sabías que Yo debería hacer la voluntad de Mi Padre?” [v. 49]. Más bien, respondió, diciendo: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?”. El Señor había comido la mantequilla y la miel. A la edad de doce años, el Señor ya conocía al Padre. Él tenía la mantequilla y la miel celestiales. Él había recibido lo más rico y lo más dulce, y vivía en la voluntad de Dios. Si fuéramos nosotros, tal vez hubiésemos dicho: “Regresa a Nazaret para ocuparte de tu carpintería y tu tareas hogareñas. Yo no iré. Permíteme permanecer en el templo”. Nuestro Señor no se comportó de esta manera. Él habló y Él testificó; mas Él regresó junto a ellos. Después de regresar a Nazaret, Él estuvo sujeto a ellos. La razón por la cual Él pudo escoger lo difícil es que Dios le había dado el sabor más rico y más dulce.
María importunaba al Señor todo el tiempo. Cuando el vino se acabó, le dijo: “No tienen vino” (Jn. 2:3). Mientras Él predicaba a muchas personas, ella venía para hablar con Él (Mt. 12:46). Mas la Biblia dice que Él “descendió con ellos, y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos” [Lc. 2:51]. Ésta fue la elección del Señor. Fue algo que otros considerarían difícil de hacer … Pero Él escogió regresar con [sus padres] y vivir con [ellos]. La razón por la cual pudo hacer esto es que Él había comido mantequilla y miel y era capaz de escoger lo que de otra forma sería intolerable para los hombres.
lunes, 19 de noviembre de 2018
Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe,
Ef.3:17
Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor.
21
A Él sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.
Cuando Cristo está en nuestro espíritu, Él es nuestra vida, pero cuando Cristo se propaga a nuestro corazón, Él llega a ser nuestra persona. Debemos tomar a Cristo no solamente como vida en nuestro espíritu, sino también como persona en nuestro corazón.
Si tomamos a Cristo como nuestra persona permitiéndole que se propague en nuestro corazón, la persona que viva en nuestro corazón no será el yo, sino Cristo (Gá. 2:20). En términos prácticos, nuestro corazón debe convertirse en el hogar de Cristo. Él tiene que poder vivir en nosotros y arraigarse en nosotros. Él, no el yo, tiene que ser quien ocupe nuestro corazón. La pregunta crucial es quién vive en nuestro corazón y quién es la persona que establece su residencia en nuestro corazón. Siempre y cuando seamos nosotros la persona que continúa viviendo en nuestro corazón, nuestro corazón es el hogar del yo, y no de Cristo. Por esta razón debemos orar por nosotros mismos y por los demás a fin de tener la realidad de tomar a Cristo como nuestra persona en nuestro diario vivir.
Todo cuanto hagamos debemos hacerlo no regidos por nuestro yo, sino por Cristo. Sus gustos y preferencias deben convertirse en los nuestros. Entonces Cristo no solamente será nuestra vida, sino también nuestra persona. El Señor entonces se expandirá en nuestro corazón, tomará posesión de nuestro corazón y hará Su hogar en nuestro corazón plenamente. A la postre, Él saturará todo nuestro ser consigo mismo, y ya no viviremos regidos por el yo, sino por Cristo.
Si queremos llevar la vida de iglesia pero no tomamos a Cristo como nuestra persona, nunca podremos ser compenetrados juntamente con otros, puesto que todos somos diferentes según nuestra naturaleza. Cada uno de nosotros tiene sus propios gustos y preferencias. Es posible que experimentemos el poder de resurrección de Cristo cuando estamos solos, pero cuando venimos al salón de reunión nuestros gustos y preferencias fácilmente pueden surgir en nuestro interior. Podríamos experimentar el poder de resurrección antes de venir al salón de reunión, pero cuando se nos pide que limpiemos las sillas de forma específica, esto fácilmente nos puede molestar … No es posible tener la vida de iglesia cuando permitimos que nuestro viejo hombre sea nuestra persona. Aquellos que quieren tener la vidade iglesia deben negar la vida de su alma, su yo, su viejo hombre. Todos deberíamos cubrir nuestras cabezas y tomar a Cristo como nuestra persona.
Cristo, quien es una persona viviente, es el contenido y la realidad de la vida de iglesia. A menos que vivamos por Cristo como nuestra persona, seguiremos siendo personas naturales, aquellos que viven según su constitución natural, su cultura racial, su carácter nacional o su trasfondo religioso. Sin embargo, si tomamos a Cristo como nuestra persona, Él hará Su hogar en nuestro corazón, se extenderá en nosotros y ocupará todo nuestro ser interior. Como resultado de esto, seremos constituidos de Cristo y de ese modo viviremos en la vida de iglesia de forma práctica.
La iglesia hoy en día es el nuevo hombre, y la persona de este nuevo hombre es Cristo mismo. Todos nosotros debemos tomarlo como nuestra persona. En Su persona tendremos la vida de iglesia.
No sólo deberíamos conocer la iglesia como el Cuerpo, sino que también deberíamos dar un paso adicional para ver la iglesia como nuevo hombre, y al Señor como la persona del nuevo hombre. Cuando alcancemos este punto, seremos arraigados y cimentados en el amor del Señor y seremos capaces de aprehender con todos los santos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de Cristo (Ef. 3:17-18). En este momento también conoceremos la dulzura de Su amor, que sobrepasa todo conocimiento, y seremos llenos hasta la plenitud de Dios (v. 19). Por consiguiente, nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo hombre cada día (4:22-24). Este nuevo hombre es la vida de iglesia.
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