Pr. 11:25
El alma que bendice a otros prosperará, y el que riega también será regado.
Lc. 6:38
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, se os volverá a medir.
Después
de consagrarnos nuevamente al Señor y de permitir que Él trate con
nosotros exhaustivamente, podemos recibir una carga de parte de Él …
Podríamos asumir la carga de servir como ujieres en las reuniones, pero
nuestra carga no es ese servicio en sí mismo. Más bien, nuestra carga
consiste en cuidar de los demás mientras servimos de ujieres. Asumir una
carga de esta manera hará una gran diferencia … Cada vez que sirvamos
de ujieres, ministraremos vida. La vida desbordará desde nuestro ser y fluirá hacia el espíritu de otros. El Espíritu Santo siempre honra esta clase de servicio.
El
Señor necesita incluso a los adolescentes. Espero que los adolescentes
mayores acepten la carga de cuidar de los que están en la escuela
intermedia … Si algunos adolescentes hacen esto, la presencia del Señor
estará con ellos y verán la bendición.
Las
hermanas mayores, por ejemplo, pueden asumir la carga de cuidar de los
santos de más edad. Nadie podría asignarnos este servicio. Todos debemos
acudir al Señor, la Cabeza del Cuerpo, tratar con Él a cabalidad, y
asumir la carga … de cuidar de otros.
Según
la economía divina hallada en la Biblia, si deseamos recibir, tenemos
que dar. Si regamos a otros, nosotros mismos seremos regados, y si
deseamos crecer en vida, necesitamos ayudar a otros a crecer (Pr. 11:25). Cuando ayudamos a otros a crecer en vida,
nosotros mismos creceremos. La manera de recibir consiste en dar, y
cuanto más damos, más recibimos (Lc. 6:38; Hch. 20:35) … No debiéramos
decir que no podemos hacer nada y que no somos útiles. Más bien,
necesitamos decir: “Satanás, apártate de mí. Puedo hacer algo, tengo
algo y soy útil en las manos del Señor” … Cuando decimos que tenemos
algo, algo es añadido a lo que tenemos. Por tanto, deberíamos
esforzarnos por saciar la sed de los demás y por cuidar de ellos.
Aunque
el Señor le prometió un hijo a Abraham, tal hijo no nació sino hasta
después de muchos años. Incluso, el Señor puso a Abraham en una
situación en la que se vio obligado a orar por la familia de Abimelec
para que pudieran tener hijos (Gn. 20:17). Si hubiéramos sido Abraham,
tal vez se nos habría hecho difícil orar … No obstante, cuando Abraham
oró, Dios no sólo contestó la oración que hizo por Abimelec, sino que
también contestó la suya (21:1-2). Si cambiamos nuestra oración de
nosotros mismos a otros, recibiremos lo que deseamos (Job 42:10). El
Señor necesita enseñarnos una lección debido a que al orar estamos tan
centrados en nosotros mismos. Si regamos a otros, seremos regados; si
cuidamos de otros, así también seremos cuidados.
El
apóstol Pablo dijo: “Yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo
mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas” (2 Co. 12:15).
Este pasaje conlleva la noción de sacrificar nuestras riquezas y nuestra
vida. Gastar se refiere a gastar las posesiones de Pablo, y gastarse del todo
se refiere a derramar lo que él era, refiriéndose a su ser. Si nuestro
espíritu es el de gastar todo cuanto tenemos y gastarnos a nosotros
mismos, es decir, sacrificar lo que somos, obtendremos un gran aumento
cada año.
[Pablo]
estaba en la tierra para nada más que ganar personas … Al parecer Pablo
no tenía su propia manera de ser. Él era simplemente como un pedazo de
madera al cual se le podía labrar en cualquier forma. Debido a que el
Señor había tratado por completo su manera de ser, era suave, maleable,
flexible y adaptable a cualquier situación.
Nuestra
manera de ser es la causa por la cual no llevamos fruto ni utilizamos
nuestro talento para cuidar de las personas … Debemos negar nuestra
manera de ser, la cual es el aspecto más profundo de nuestro yo. Si no
somos útiles en las manos del Señor para cuidar de otros, se debe a que
nuestra manera de ser ha permanecido “cruda” y natural.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.