domingo, 31 de diciembre de 2017

En un cuerpo tenemos muchos miembros

Ro. 12:4-5
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y miembros cada uno en particular, los unos de los otros.
Necesitamos ver que la economía de Dios como plan de Dios, Su administración, consiste en crear, constituir y producir un Cuerpo para Su Hijo. Éste es el principal propósito de la economía de Dios. Cristo obtuvo este Cuerpo, que es parte de Sí mismo, Su complemento. El hecho de que Adán viviera solo tipifica el hecho de que Cristo estaba solo antes que obtuviera Su complemento, Su Cuerpo, la iglesia. Dios dijo que no era bueno que Adán estuviera solo. Así que hizo caer un sueño profundo sobre Adán, le abrió el costado y tomó una de sus costillas. Génesis 2 dice que con esa costilla Dios edificó a una mujer (v. 22). Esto indica que Eva procedió de Adán. Después que Eva fue edificada, Dios la trajo a Adán e hizo que ambos fuesen una sola carne. Efesios 5 nos dice que esto es un tipo del gran misterio de Cristo y la iglesia (vs. 31-32). Este tipo se cum­plirá en la Nueva Jerusalén, que es la esposa del Cordero (Ap. 21:2). Ésta es la meta de la economía de Dios.
La economía de Dios tiene otro aspecto por el lado negativo, a saber, la destrucción del enemigo de Dios. Dios tiene un solo enemigo al que podría destruir por Sí solo, pero Él no haría eso. Él desea hacer esto por medio de Su pueblo redimido. Por lo tanto, la humanidad redimida debe cooperar con Dios para destruir a Satanás. El libro de Apocalipsis nos muestra, por un lado, que los vencedores llegarán a ser la Nueva Jerusalén consumada y, por otro, que todos los vencedores serán usados para destruir a Satanás. Éstos son los dos aspectos respecto al Cuerpo de Cristo que tienen que ver con el cumplimiento del deseo que Dios tiene de ser expresado y de que Satanás sea destruido.
La obra que el Dios Triuno efectúa en nosotros consiste en producir el Cuerpo de Cristo, cuya realidad es el Espíritu, el Cristo pneumático. Este Espíritu, quien es el Dios Triuno consumado, la resu­rrección, obra en nosotros. Cuando tenemos el Cristo pneumático, el Dios Triuno consumado, la resurrección, somos en realidad el Cuerpo de El libro de 2 Corintios trata sobre el ministerio del nuevo pacto. Sin embargo, es importante que sepamos que el ministerio del nuevo pacto tiene como fin producir el Cuerpo de Cristo. En 1 Corintios se abarca el tema del Cuerpo de Cristo … Lo que nos dice 2 Corintios es … que si deseamos tener el Cuerpo de Cristo, debemos tener el ministerio del nuevo pacto. Sin el ministerio del nuevo pacto, no hay posibilidad alguna de que se manifieste el Cuerpo de Cristo.
Me gustaría repetir que el Cuerpo es el significado intrínseco de la iglesia … Aleluya, ¡tenemos el Cuerpo! Sin el Cuerpo, la iglesia no tiene sentido, pero con el Cuerpo, tenemos el significado intrínseco de la iglesia.
Todos los problemas que actualmente hay en la iglesia se deben a la ignorancia con respecto al Cuerpo de Cristo. No debe existir esta ignorancia entre nosotros, y debemos tener el pleno conocimiento al respecto. Necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación, y que los ojos de nuestro corazón sean iluminados para que veamos y comprendamos el Cuerpo de Cristo.
Todos los problemas que se suscitan se deben a que no vemos el Cuerpo y no nos preocupamos por el Cuerpo. Todos necesitamos regresar a la verdad, y poner en práctica la verdad es cuidar del Cuerpo.
Conocer el Cuerpo constituye el recobro apropiado del Señor. Si estamos en pro del recobro, necesitamos comprender lo que es el recobro. El Señor desea recobrar el Cuerpo de Cristo, el cual ha sido pasado por alto, así como recobrar la unidad del Cuerpo de Cristo, la cual ha sido desatendida. En esto consiste el recobro del Señor.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

El Espíritu es el que da vida

Jn. 6:63
El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida.
1 P. 2:2
Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación.
La palabra de Dios no es principalmente para impartirnos cono­cimiento. En este breve pasaje de la Palabra (He. 5:11-14) encontra­mos una contradicción. El versículo 12 usa las palabras maestros y enseñar. Esto ciertamente se refiere al conocimiento. Sin embargo, en estos versículos se indica de una manera clara y definitiva que la palabra de Dios tiene como finalidad nutrirnos, pues compara a Su palabra con la leche y con el alimento sólido. La leche y el ali­mento sólido no son útiles para impartirnos conocimiento. La gente no los estudia, sino que más bien los ingiere como alimento.
Muchos me han argumentado diciendo: “¿Cómo puede usted decir que no necesitamos enseñanzas? ¿No cree usted que la Biblia es un libro de enseñanzas? Aun usted mismo imparte enseñanzas”. Es cierto que la Biblia es un libro de enseñanzas, pero el propósito de dichas enseñanzas no es impartirnos conocimiento intelectual, sino más bien, suministrarnos alimento. El objetivo de la Biblia no es que obtengamos un entendimiento o conocimiento mental, sino que es absolutamente para nuestra comprensión y nutrición espirituales. Según las palabras del Señor Jesús, las palabras de Dios nos han sido dadas para que las comamos. A fin de vivir, debemos tomar la palabra de Dios como nuestro alimento.
 [En Mateo 4] el Rey recién ungido no hizo frente a la tentación del enemigo con Sus propias palabras, sino por medio de las Escrituras al citar Deuteronomio 8:3. Esto indica que el Señor Jesús tomó la palabra de Dios en las Escrituras como Su pan y vivió de ella. La pala­bra griega traducida “palabra” en Mateo 4:4 es réma. Réma, la palabra para el momento, difiere de lógos, la palabra constante. En esta tentación, todas las palabras que el Señor citó de Deutero­nomio, eran lógos la palabra constante de las Escrituras. Pero cuando Él las citó, se convirtieron en réma, la palabra para el momento aplicada a Su situación. (Estudio-vida de Mateo, pág. 137)
Cristo, el pan de vida, está corporificado en la palabra de vida. Él es el Espíritu corporificado en la Palabra. Además del Espíritu, el cual es maravilloso, tenemos necesidad de algo sólido, visible, tangible y palpable: la palabra de vida.
En Juan 6:63 “las palabras” vienen después del “Espíritu”. El Espí­ritu es viviente y verdadero, no obstante es misterioso e intangible y, como tal, difícil de ser captado por la gente; pero las palabras son concretas. Primero, el Señor indica que para poder darnos vida, Él llegaría a ser el Espíritu. Luego, Él dice que las palabras que Él habla son espíritu y vida. Esto muestra que las palabras que Él habla son la corporificación del Espíritu de vida. Él ahora es el Espíritu vivificante en resurrección, y el Espíritu se halla corporificado en Sus palabras. Cuando recibimos Sus palabras al ejercitar nuestro espíritu, obtenemos al Espíritu, quien es vida.
En 1 Pedro 2:2 se nos dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación”. Los creyentes, al nacer por medio de la regeneración (1:3, 23), llegan a ser niños recién nacidos que, al ser nutridos por la leche espiritual, pueden crecer en vida para avanzar en su salvación, la cual tiene por finalidad el edificio de Dios.
La expresión sin engaño, hallada en 1 Pedro 2:2, no quiere decir “no adulterada”, lo cual estaría en contraste con enseñanzas menos puras; más bien, esta expresión está en contraste con la palabra engaño mencionada en el versículo 1. La leche dada sin engaño es leche que se da sin ningún propósito encubierto, sin ninguna otra meta que la de nutrir el alma.
La palabra griega traducida “de la palabra” es logikós. Esta misma palabra, traducida “racional” en Romanos 12:1, es un adjetivo derivado del sustantivo lógos que significa “palabra”, y por ende, “de la palabra”; relativo a la mente (en contraste con el cuerpo), al raciocinio, y por consiguiente, racional, lógico, razonable. La leche de la palabra no es leche para el cuerpo, sino leche para el alma, el ser interior. Es transmitida en la palabra de Dios para nutrir nuestro hombre interior por medio del entendimiento de nuestra mente racional, y es asimilada mediante el uso de nuestras facultades mentales.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Nosotros Reguemonos

En las escrituras encontramos
Pr. 11:25
El alma que bendice a otros prosperará, y el que riega también será regado.
Lc. 6:38
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, se os volverá a medir.
Después de consagrarnos nuevamente al Señor y de permitir que Él trate con nosotros exhaustivamente, podemos recibir una carga de parte de Él … Podríamos asumir la carga de servir como ujieres en las reuniones, pero nuestra carga no es ese servicio en sí mismo. Más bien, nuestra carga consiste en cuidar de los demás mientras servimos de ujieres. Asumir una carga de esta manera hará una gran diferencia … Cada vez que sirvamos de ujieres, ministraremos vida. La vida desbordará desde nuestro ser y fluirá hacia el espíritu de otros. El Espíritu Santo siempre honra esta clase de servicio.
El Señor necesita incluso a los adolescentes. Espero que los adolescentes mayores acepten la carga de cuidar de los que están en la escuela intermedia … Si algunos adolescentes hacen esto, la presencia del Señor estará con ellos y verán la bendición.
Las hermanas mayores, por ejemplo, pueden asumir la carga de cuidar de los santos de más edad. Nadie podría asignarnos este servicio. Todos debemos acudir al Señor, la Cabeza del Cuerpo, tratar con Él a cabalidad, y asumir la carga … de cuidar de otros.
Según la economía divina hallada en la Biblia, si deseamos recibir, tenemos que dar. Si regamos a otros, nosotros mismos seremos regados, y si deseamos crecer en vida, necesitamos ayudar a otros a crecer (Pr. 11:25). Cuando ayudamos a otros a crecer en vida, nosotros mismos creceremos. La manera de recibir consiste en dar, y cuanto más damos, más recibimos (Lc. 6:38; Hch. 20:35) … No debiéramos decir que no podemos hacer nada y que no somos útiles. Más bien, necesitamos decir: “Satanás, apártate de mí. Puedo hacer algo, tengo algo y soy útil en las manos del Señor” … Cuando decimos que tenemos algo, algo es añadido a lo que tenemos. Por tanto, deberíamos esforzarnos por saciar la sed de los demás y por cuidar de ellos.
Aunque el Señor le prometió un hijo a Abraham, tal hijo no nació sino hasta después de muchos años. Incluso, el Señor puso a Abraham en una situación en la que se vio obligado a orar por la familia de Abimelec para que pudieran tener hijos (Gn. 20:17). Si hubiéramos sido Abraham, tal vez se nos habría hecho difícil orar … No obstante, cuando Abraham oró, Dios no sólo contestó la oración que hizo por Abimelec, sino que también contestó la suya (21:1-2). Si cambiamos nuestra oración de nosotros mismos a otros, recibiremos lo que deseamos (Job 42:10). El Señor necesita enseñarnos una lección debido a que al orar estamos tan centrados en nosotros mismos. Si regamos a otros, seremos regados; si cuidamos de otros, así también seremos cuidados.
El apóstol Pablo dijo: “Yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas” (2 Co. 12:15). Este pasaje conlleva la noción de sacrificar nuestras riquezas y nuestra vida. Gastar se refiere a gastar las posesiones de Pablo, y gastarse del todo se refiere a derramar lo que él era, refiriéndose a su ser. Si nuestro espíritu es el de gastar todo cuanto tenemos y gastarnos a nosotros mismos, es decir, sacrificar lo que somos, obtendremos un gran aumento cada año.
[Pablo] estaba en la tierra para nada más que ganar personas … Al parecer Pablo no tenía su propia manera de ser. Él era simplemente como un pedazo de madera al cual se le podía labrar en cualquier forma. Debido a que el Señor había tratado por completo su manera de ser, era suave, maleable, flexible y adaptable a cualquier situación.
Nuestra manera de ser es la causa por la cual no llevamos fruto ni utilizamos nuestro talento para cuidar de las personas … Debemos negar nuestra manera de ser, la cual es el aspecto más profundo de nuestro yo. Si no somos útiles en las manos del Señor para cuidar de otros, se debe a que nuestra manera de ser ha permanecido “cruda” y natural.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

Bajo su sombra

En las sagradas escrituras encontramos
Éx. 31:2-3.
Mira, Yo he llamado por nombre a Bezaleel, hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, de sabiduría, de entendimiento, de conocimiento y de toda clase de destreza artesanal.
1 Co. 3:10
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima…
En este mensaje, … consideraremos los obreros del tabernáculo … Ni siquiera el Nuevo Testamento nos presenta un ­cuadro tan detallado de la manera como se edifica la morada de Dios. 
Hoy en día la morada de Dios es la iglesia. La edificación de la iglesia es realmente un gran asunto y un tema muy importante en la Biblia … El relato de Éxodo acerca de los obreros del tabernáculo … nos detalla la manera en que el pueblo de Dios debe ­edificar la morada de Dios sobre la tierra en esta era. Por consiguiente, debemos valorar este relato.
Éxodo 31:2-5 habla del maestro constructor, esto es, el arquitecto del tabernáculo. Pablo usa la palabra arquitecto en 1 Corintios 3:10: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como sabio arquitecto puse el fundamento…”. Un arquitecto es un líder en cuanto al edificio de Dios.
Bezaleel tipifica al arquitecto en el Antiguo Testamento [Éxodo 31:2]. El nombre Bezaleel significa “en la sombra de Dios”. Esto indica que Bezaleel, como maestro constructor, se encontraba totalmente bajo la sombra de Dios. Él era un hombre bajo la sombra de la gracia de Dios. Esto corresponde con lo que dice Pablo en 1 Corintios 3:10, donde él afirma que por la gracia de Dios él fue hecho sabio arquitecto.
Todos nosotros, ya sea que seamos líderes en el edificio de Dios u obreros normales, necesitamos la gracia de Dios. Es necesario estar bajo la sombra de Su gracia. Si no estamos bajo la sombra de la gracia de Dios, muchas cosas podrían venir a perturbarnos. Pero la sombra de Dios mantendrá estas cosas alejadas de nosotros y nos hará permanecer en una situación y condición tranquila para efectuar la obra de edificación.
En cuanto a la edificación de la morada de Dios, existe un ­verdadero conflicto, un combate severo que se libra entre Dios y Su enemigo. Al enemigo no le gusta ver que la edificación de la morada de Dios siga en buen camino. Por tanto, él hará todo lo posible para interrumpirla, interferir en ella, frustrarla, atacarla y destruirla. Los hermanos que llevan la delantera en las iglesias saben que cuidar una iglesia local es problemático porque el enemigo a menudo provoca problemas y frustraciones. Sabemos que el enemigo ha enviado ciertas cosas con el propósito de perjudicar la obra de edificación. No hay ninguna razón lógica para que esas cosas sucedieran. No obstante, ocurrieron porque el enemigo las causó.
Especialmente los ancianos deben darse cuenta de que nece­sitamos estar bajo la sombra de nuestro Dios para edificar una iglesia local. Todos deberíamos llamarnos Bezaleel para edificar la morada de Dios. Debemos ser aquellos que están bajo la sombra de Dios.
El nombre del padre de Bezabeel era Uri, que significa “luz de Jehová”. Este nombre indica que todos los que edifican la morada de Dios deben estar no solamente bajo la sombre de Dios, sino que también llenos de la luz del Señor.
El nombre del abuelo de Bezabeel era Hur. Hur significa “libre, noble, blanco”. No sólo debemos estar bajo la sombra de Dios y estar llenos de luz, sino que también debemos ser libres y nobles. Aquellos que edifican la morada de Dios no son personas inferiores. Por el contrario, son personas nobles que llevan a cabo una obra noble. No existe ninguna obra más noble que la edi­ficación de la morada de Dios. Además, los que edifican la morada de Dios son “blancos”, es decir, limpios y puros. Cuando juntamos el significado de los nombres Bezaleel, Uri y Hur, vemos qué clase de persona deberá ser la que edifique la morada de Dios, y particularmente los ancianos.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

Estando bajo la sombre de DIOS

En las escrituras encontramos en Éx. 31:3-5
Y lo he llenado del Espíritu de Dios, de sabiduría, de entendimiento, de conocimiento y de toda clase de destreza artesanal, para elaborar diseños artísticos, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en el labrado de piedras para engaste y en el tallado de madera, para trabajar en toda clase de artesanía.
Si hemos de edificar la morada de Dios, debemos ser personas llenas del Espíritu de Dios. Por nuestra vida y capacidad naturales y en nuestro hombre natural, no podemos llevar a cabo esta obra. Nada natural puede edificar la morada de Dios. Únicamente el Espíritu de Dios puede edificar Su propia morada por medio nuestro. Somos los instrumentos, los medios, pero la verdadera capacidad, habilidad, fortaleza y poder deben ser Dios mismo como Espíritu para nosotros.
Según Éxodo 31:3, este Espíritu de Dios que nos llena conlleva cuatro asuntos: sabiduría, entendimiento, conocimiento y destreza … Este talento, esta destreza, conlleva el conocimiento. Pero el mero conocimiento no es suficiente; también necesitamos el entendimiento y la sabiduría.
Es posible tener conocimiento sin entendimiento … Quizá usted conozca todos los versículos mencionados en un mensaje específico … y hasta [pueda] recitar muchos de ellos, pero sí usted los reúne, quizá no posea ningún entendimiento de ellos. A fin de entender los versículos, debe escuchar el ministerio de la Palabra.
Sin embargo, podemos tener conocimiento así como entendimiento de estos versículos, mas sin tener ninguna revelación respecto a ellos … [Pero] mientras un ministro de la Palabra le abre la Palabra a usted, finalmente usted empieza a ver lo que revelan dichos versículos. Éste es un asunto de sabiduría.
El camino por el cual hacemos algo equivale a la sabiduría requerida para hacer tal cosa. El Señor Jesús declaró una vez que Él es el camino (Jn. 14:6), y Pablo dice que Cristo es nuestra sabiduría (1 Co. 1:30). Cuando juntamos estos versículos, vemos que la sabiduría y el camino forman una sola cosa.
El conocimiento es un campo muy extenso. ¿Quién pretenderá conocer todo lo relacionado con la edificación de la iglesia? Es imposible que alguien tenga tal conocimiento completo … ¿En­tiende usted lo que significa trabajar en oro, plata y bronce? ¿Sabe usted labrar las piedras para engastarlas? ¿Sabe usted cómo tallar la madera? ¿Sabe usted lo que significa en Éxodo 35:35 trabajar el bordado en azul, en púrpura, en carmesí y en lino fino? El significado de todas estas cosas tiene mucho que ver con la edificación de la iglesia hoy en día. Hermanos ancianos, ¿conocen ustedes el verdadero significado de la santificación? ¿Conocen ustedes cuál es la “madera” que se usa en el edificio de Dios hoy en día? Quizá ustedes se dan cuenta de que la madera representa la humanidad, ¿pero saben ustedes cómo “tallar” la humanidad?
Supongamos que un hermano y una hermana en la iglesia tienen dificultades en su vida matrimonial … Ustedes … ¿entienden realmente su problema? Tal vez ustedes conocen bien a estas per­sonas, pero … quizá ustedes no entiendan las razones que llevaron a la situación presente y sus causas internas … [ni] la influencia de su trasfondo … [Tal vez] algunos ancianos entenderán el problema de esta pareja casada, pero … puede que no tengan la sabiduría necesaria para ayudar a esta pareja a crecer en vida y ganar más de Cristo.
A fin de edificar la iglesia, los ancianos necesitan conocimiento, entendimiento y sabiduría … [No sólo los ancianos, sino] todos los santos de todas las edades … podemos ser como Bezaleel, Aholiab y todos los sabios de corazón a quienes Dios les dio sabiduría (31:6) … [a fin de] participar en la edificación de la estructura más noble en todo el universo: la morada de Dios.
Todos necesitamos comprender que la obra noble de edificación de la iglesia le corresponde a cada uno de nosotros.
Todos necesitamos valorar el hablar del Señor acerca de la edificación de Su morada, la iglesia … y ver nuestra necesidad de estar llenos del Espíritu de Dios en conocimiento, entendimiento, sabiduría y destreza a fin de poder llevar a cabo la obra noble de edificación.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

miércoles, 15 de octubre de 2014

LA REGENERACIÓN

Cuando Nicodemo acudió al Señor Jesús, el Señor aprovechó la oportunidad para revelar la verdadera necesidad de la humanidad. El Señor, en la conversación que tuvo con Nicodemo, reveló que no importa cuán bueno sea el hombre, necesita ser regenerado. La regeneración es la necesidad principal del hombre. Tanto los hombres morales como los inmorales necesitan la regeneración. Muchos cristianos tienen el concepto erróneo de que las personas necesitan la regeneración simplemente por su condición caída. No obstante, aun si el hombre nunca hubiera caído, necesitaría la regeneración. Aun si Adán no hubiera caído, habría necesitado la regeneración. Ésta es la razón por la que Dios lo puso frente al árbol de la vida. Si Adán hubiera participado del árbol de la vida, habría sido regenerado.
     Como seres humanos tenemos la vida humana. El problema no depende de que nuestra vida humana sea buena o mala. No importa que clase de vida humana llevemos, mientras no tengamos la vida divina necesitaremos la regeneración. Ser regenerados simplemente significa tener la vida divina además de nuestra vida humana. El propósito eterno de Dios consiste en que el hombre sea un vaso para contener la vida divina. Nuestro ser con nuestra vida humana es un vaso para contener a Dios como vida. La vida divina es la meta de Dios, esta vida es Dios mismo. La meta de Dios consiste en que nosotros como poseedores de la vida humana, recibamos la vida divina como nuestra verdadera vida. Éste es el verdadero significado de la regeneración. Muchos cristianos no entienden claramente este hecho; piensan que la regeneración es necesaria simplemente porque somos seres caídos y pecaminosos. Conforme a este concepto, necesitamos la regeneración porque nuestra vida es mala y no puede ser mejorada. Este concepto es erróneo. Vuelvo a decirlo: si Adán jamás hubiera caído en el huerto del Edén, aun así, habría sido necesario que él fuese regenerado, que naciera de nuevo, para poder así recibir otra vida, la vida de Dios. Por lo tanto, ser regenerado equivale a recibir la vida divina, esto es, recibir a Dios mismo (1 Jn.5:11-13).
      ¿Cuál es el significado de la regeneración? La regeneración no es ninguna clase de superación personal o refinamiento exterior, ni tampoco un mero cambio o conversión que carece de vida. La regeneración es un nuevo nacimiento que trae una nueva vida. Es un asunto que depende absolutamente de la vida, no de hacer algo. La regeneración es simplemente tener una vida adicional a la que ya tenemos. Recibimos la vida humana de nuestros padres, pero ahora necesitamos recibir la vida divina de Dios. Así que la regeneración significa tener la vida divina de Dios, aparte de la vida humana que tenemos originalmente. Por lo tanto, la regeneración requiere otro nacimiento, para poder tener otra vida. Ser regenerado o nacer de nuevo no significa corregir nuestra vida humana. Más bien significa recibir la vida de Dios, así como nacer de nuestros padres significa recibir la vida de ellos. Ser regenerado es nacer de Dios (Jn. 1:13), y nacer de Dios es recibir la vida de Dios, esto es, la vida eterna (Jn.3:15-16). Si tenemos la vida de Dios, somos hijos de Dios, y esta vida nos da el derecho de llegar a ser hijos de Dios (Jn.1:12), porque por esta vida tenemos la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4) y también la relación de vida con Dios, o sea, la filiación (Ro. 8:15; Gá. 4:5-6; la palabra adopción en el griego significa “filiación”).
        Nicodemo buscaba enseñanzas, las cuales pertenecen al árbol del conocimiento; pero la respuesta del Señor lo condujo a la necesidad que tenía por la vida, la cual pertenece al árbol de la vida ( Gn. 2:9-17). El Señor le dijo a Nicodemo muy claramente que lo que necesitaba era nacer de nuevo (Jn.3:3-7). Así que, la verdadera necesidad del hombre consiste en ser regenerado con otra vida. Todos nosotros debemos entender que no necesitamos religión ni enseñanzas que nos regulen y corrijan, sino otra vida, la vida de Dios, la cual nos regenerará. El hombre necesita la regeneración porque necesita la vida divina. Por muy buenos que seamos, no tenemos la vida de Dios. Necesitamos otro nacimiento para recibir la vida de Dios con Su naturaleza divina. Aunque nosotros pensemos que somo buenos, debemos admitir que no tenemos la vida de Dios con Su naturaleza divina. Es necesario experimentar otro nacimiento, la regeneración, para poder recibir otra vida, que es la vida divina de Dios.En el versículo 3 el Señor dijo: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y en el versículo 5 añadió: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Lo dicho por el Señor aquí revela claramente que la regeneración es la única entrada al reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios, necesitamos nacer de nuevo. No existe otra manera de entrar al reino de Dios. El reino de Dios es Su reinado. Es una esfera divina a la que tenemos que entrar, una esfera o dominio que requiere la vida divina. Sólo la vida divina puede comprender las cosas divinas. Por esto, para ver el reino de Dios, o sea para entrar en el reino, se requiere la regeneración con la vida divina.
      La regeneración o nacer de nuevo, pone fin al hombre de la antigua creación y a todas sus obras, y hace germinar al hombre en la nueva creación con la vida divina. ¿Qué significa nacer de nuevo? Significa ser terminado por el ministerio de Juan por medio del agua, y ser germinado por el ministerio de Jesús mediante el Espíritu (Ro.6:4:3-6).
      Después de arrepentirse, el hombre debe creer en el Señor Jesús y aceptar Su ministerio de vida para así germinar. Para recibir la salvación, necesitamos arrepentirnos así como tener fe. El arrepentimiento es recibir el ministerio de Juan, y creer es aceptar el ministerio del Señor Jesús; en esto consiste la regeneración. Todos nosotros hemos pasado por el proceso de la regeneración. Ahora entendemos lo que significa nacer de agua y del Espíritu.
        Nicodemo creía que nacer de nuevo era volver al vientre de su madre y nacer otra vez. No comprendía que aunque pudiera hacer eso seguiría siendo carne.
       No importa cuantas veces una persona pueda nacer del vientre de su madre, seguirá siendo carne, porque la carne únicamente engendra carne. De manera que, el Señor le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es” (Jn. 3:6). La carne aquí denota al hombre natural con la vida natural. No importa cuantas veces podamos nacer de nuestros padres, seguiremos siendo personas naturales con la vida natural. Esto no cambiará nuestra naturaleza. Nacer de nuevo no es volver a nacer de nuestros padres, sino nacer de Dios el Espíritu, para tener Su vida divina con Su naturaleza divina, una vida con una naturaleza completamente diferente de nuestra vida con su naturaleza natural. Dios, nos hizo con un espíritu (Za.12:1; 1 Ts.5:23), con la intención de que un día pudiéramos ejercitar este espíritu para tener contacto con Él y recibirle en nuestro ser (1 Co. 15:45; 3:16; 6:17). La función del espíritu humano es tener contacto con Dios. La regeneración no es un asunto de nuestra mente, ni de nuestra parte emotiva, ni de nuestra voluntad, sino completamente un asunto de nuestro espíritu. Los versículos 12 y 13 de Juan 1 dicen: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. ¿En qué parte de nuestro ser nacemos de Dios? En nuestro espíritu. Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Dios es Espíritu, y sólo un espíritu puede tocar al Espíritu. Sólo un espíritu puede nacer del Espíritu. Así que la regeneración es algo que ocurre exclusivamente en nuestro espíritu. No importa si tenemos una mente sobria, una emoción apropiada, o una voluntad férrea; estas partes pertenecen a otra esfera. La regeneración se lleva a cabo en la esfera de nuestro espíritu. Para ser regenerado no tenemos que ejercitar nuestra mente, emoción o voluntad. Simplemente olvidándonos de lo que somos, abramos nuestro ser al Señor Jesús y desde lo profundo de nuestro espíritu invoquemos el nombre del Señor, creyendo en Él. Si hacemos esto, inmediatamente Dios el Espíritu tocará nuestro espíritu.
        En el versículo 6 el Señor dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. La regeneración no es un nacimiento de la carne, la cual sólo produce carne, sino que es un nacimiento del Espíritu, del Espíritu de Dios, que produce espíritu, nuestro espíritu regenerado. La carne es nuestro hombre natural, nuestro viejo hombre, o sea nuestro hombre exterior, nacido de nuestros padres, quienes son carne. Mientras que el espíritu, es decir, nuestro espíritu regenerado, es nuestro hombre espiritual, el nuevo hombre, o sea, nuestro hombre interior (2 Co. 4:16; Ef. 3:16), el cual es nacido de Dios, quien es el Espíritu.
        En el versículo 3 el Señor dijo: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y en el versículo 5 añadió: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Lo dicho por el Señor aquí revela claramente que la regeneración es la única entrada al reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios, necesitamos nacer de nuevo. No existe otra manera de entrar al reino de Dios. El reino de Dios es Su reinado. Es una esfera divina a la que tenemos que entrar, una esfera o dominio que requiere la vida divina. Sólo la vida divina puede comprender las cosas divinas. Por esto, para ver el reino de Dios, o sea para entrar en el reino, se requiere la regeneración con la vida divina.
          Después de que el Señor pasó por la muerte, mediante la resurrección y en ella, Él liberó Su vida, y llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora en resurrección Él es el Espíritu de vida (2 Co. 3:17) que posee todas las virtudes de Su obra redentora; y como tal, Él espera que creamos en Él. Una vez que hemos creído en Él, no sólo recibimos el perdón de los pecados y la liberación del poder maligno de las tinieblas de Satanás, sino que también recibimos al Espíritu de vida, esto es, al Señor mismo con la vida eterna de Dios (1 Jn.5:11-13). De esta manera somos salvos y regenerados. Es al creer en el Señor y en Su obra redentora y todo-inclusiva, que recibimos la vida de Dios y nacemos de Él para ser Sus hijos.

      Creer en el Señor significa recibirle (Jn. 1:12). El Señor puede ser recibido. Él ahora es el Espíritu vivificante, con Su redención completa, y como tal espera que lo recibamos. Nuestro espíritu es el órgano receptor. Podemos recibir al Espíritu del Señor en nuestro espíritu al creer en Él. Una vez que creemos en Él, Él como Espíritu entra en nuestro espíritu. Así somos regenerados por Él, quien es el Espíritu vivificante, y llegamos a ser un espíritu con Él (1 Co. 6:17). La frase el que cree en en los versículos 16, 18 y 36, literalmente debería traducirse “el que cree hacia adentro de Él”. Al creer en Él, entramos en Él para ser uno con Él, a fin de participar de Él y de todo lo que Él ha realizado por nosotros. Al creer en Él, somos identificados con Él en todo lo que es y en todo lo que ha experimentado, realizado, logrado y obtenido. A medida que llegamos a ser uno con Él creyendo en Él, somos salvos y regenerados por Él como vida. Es por medio de creer en Él que participamos de Él como vida y somos regenerados en Él.

        Que el Señor nos de un espíritu de sabiduría y de revelación.

PRESENTAR PERFECTO EN CRISTO A TODO HOMBRE

Lectura bíblica: Col. 1:25-28; 2:4, 9; 3:4a; Ef. 3:8-11, 4; 1:23; Jn. 6:57b; 14:19b; Gá. 2:20a; Ef. 4:15, 13b

     En Colosenses 1:28 Pablo, refiriéndose al Cristo que mora en nosotros como esperanza de gloria, dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre”. En el original griego, la palabra “perfecto” podría traducirse también plenamente crecido, completo o maduro. El ministerio de Pablo consistía en impartir a Cristo en otros para que fuesen hechos perfectos y completos al madurar en Cristo hasta obtener el crecimiento pleno.

    Incluso al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir vida, a fin de presentar a otros maduros, perfectos, en Cristo. Al predicar el evangelio a los incrédulos, al ministrarles a Cristo y al ayudarles a recibir al Señor, no debemos simplemente tener la meta de salvarlos del lago de fuego y de la condenación de Dios. Nuestra meta tampoco debe limitarse a que ellos experimenten el perdón de Dios; más bien, nuestra meta debe ser impartir a Cristo en ellos para que con el tiempo puedan ser presentados perfectos en Cristo. Si al predicar el evangelio no logramos impartir a Cristo en otros, nuestra predicación se encontrará por debajo de la norma de Dios. Debemos infundir a Cristo en todos aquellos con quienes hablemos. Al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir a Cristo.

    Debemos tener la misma meta al tener comunión con los santos. Cuando nos relacionamos con los santos, nuestra meta debe ser ministrarles a Cristo para que maduren en Él.

      Si hemos de presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrarles el Cristo que es la porción de los santos (1:12). El Cristo que ministramos debe ser Aquel que es todo-inclusivo, Aquel que es la centralidad y la universalidad de la economía de Dios (1:15, 18-19, 27; 2:4, 9, 16-17; 3:4, 11). Si no experimentamos a Cristo en todos Sus aspectos, nos será muy difícil ministrar a este Cristo a otros. Por ejemplo, si no conocemos por experiencia lo que significa vivir por Cristo(Ga.2:20; Fil.1:21), no podremos ayudar a nadie a vivir por Cristo. Pero si en nuestra vida diaria vivimos a Cristo, lo cultivamos y lo producimos como nuestro fruto, espontáneamente infundiremos a Cristo en otros cuando nos relacionemos con ellos. Cuanto más tomemos a Cristo como nuestra vida y nuestra persona, más capacidad tendremos para ministrar a Cristo en los demás. Al experimentar a Cristo y vivir por Él, influiremos en otros para que hagan lo mismo. Debemos disfrutar a Cristo como nuestra buena tierra; debemos laborar, vivir, andar y tener nuestro ser sumergido en Él. De este modo, infundiremos en los demás el mismo Cristo que experimentamos y por el cual vivimos. Lo que necesitamos en la iglesia del Señor, Su cuerpo(ef.1:22-23) no es esforzarnos más por traer a otros a la vida de iglesia, sino ministrar las riquezas de Cristo en las personas para que crezcan y maduren(Ga.4:19;1Jn.3:2). Por esta razón, nosotros mismos debemos experimentar más a Cristo como la porción de los santos. 

    En segundo lugar, si queremos presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrar las inescrutables riquezas de Cristo para que la iglesia sea edificada y se cumpla el propósito eterno de Dios (Ef. 3:8-11). Es posible ser buenos hermanos o hermanas, según el criterio humano, y al mismo tiempo carecer de las riquezas de Cristo.

     Presentamos perfecto en Cristo a todo hombre al completar la Palabra de Dios con la plena revelación de Cristo y la iglesia (1:25-27). Para presentar perfectos en Cristo a otros, debemos ayudarles a que reciban la revelación que completó la Palabra de Dios, la cual gira en torno a Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. Sin embargo, si analizamos nuestra situación, encontraremos que muy pocos de entre nosotros podemos completar la Palabra de esta manera. Es por eso que debemos tener la carga de que nos despertemos para ir en pos del Señor. Debemos tener hambre y sed de Él y seguirlo hasta llenarnos de Sus riquezas. Debemos orar: “Señor Jesús, no queremos ser indiferentes ni tibios. Anhelamos seguirte de forma absoluta y buscarte de todo corazón”. Si buscamos al Señor de esta manera, veremos más con respecto a Cristo y la iglesia. Pero si seguimos escasos de las riquezas de Cristo, en nuestra experiencia la Palabra de Dios estará incompleta. Por esta razón, debemos orar urgentemente y laborar en Cristo para completar en la práctica la Palabra de Dios, en lo que concierne a la revelación de Cristo y la iglesia. 

  En cuarto lugar, debemos ministrar a Cristo como el misterio de Dios, es decir, como la corporificación de Dios (2:2, 9). Debemos compartirles a otros cómo Cristo es la corporificación del Dios Triuno en nuestra experiencia. Debemos ser capaces de testificar cómo experimentamos cada día a Cristo como el Padre, el Hijo y el Espíritu. Puesto que tenemos a Cristo, tenemos también al Padre; y puesto que estamos en Cristo, estamos también en el Espíritu. El Espíritu que se mueve en nosotros es en realidad Cristo mismo(1 Co.:15:45). Cada día debemos ser un solo espíritu con el Señor y experimentar el hecho de que Él es uno con nosotros (1 Co. 6:17). En todos los aspectos de nuestra vida diaria y dondequiera que estemos, debemos experimentar cada vez más lo que significa ser un solo espíritu con el Señor. Esto no debe ser una doctrina ni una teoría para nosotros, sino una realidad en nuestra vida cristiana.

      El hecho de que el Señor es la corporificación del Dios Triuno, implica que todas las riquezas del Padre se hallan corporificadas en el Hijo. Además, el Hijo es plenamente hecho real a nosotros como el Espíritu, el cual es ahora un solo espíritu con nosotros. En 1 Corintios 6:17 Pablo dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Ser un espíritu con el Señor no debe ser una simple doctrina para nosotros. Por el contrario, debe ser nuestra experiencia cotidiana. Debemos saber en la práctica lo que es ser un espíritu con el Señor, con Aquel que es la corporificación del Dios Triuno. Si lo experimentamos de esta manera, podremos ministrarlo a las personas para el nutrimento y enriquecimiento de ellas, y ellas, como resultado, crecerán en Él. El crecimiento proviene de la alimentación. Si ellas se nutren del Cristo que les ministramos, esto es, del Cristo que es el misterio de Dios, serán perfeccionados y madurarán en Cristo.   

    Si hemos de presentar maduros en Cristo a los demás, debemos ministrar acerca de la iglesia como el misterio de Cristo, como la expresión de Cristo (Ef. 3:4; 1:23). Satanás sutilmente ha causado que muchos cristianos eviten el tema de la iglesia.

    El Señor desea obtener el Cuerpo, la iglesia. Él no quiere que la iglesia sea mera terminología: Él quiere la iglesia en un sentido práctico. Para que la vida de iglesia sea práctica, las iglesias locales deben existir. Esto se define claramente a lo largo de todas las epístolas, cartas y Apocalipsis. Hoy en día, la expresión práctica de la iglesia sólo se puede ver en las iglesias locales. ¡Oh, que todos aprendamos a ministrar la verdad de la iglesia como misterio de Cristo, como Su expresión, para que otros puedan ser presentados perfectos en Cristo!

    Por último, Cristo como vida a Sus miembros debe ser lo que impartimos a los creyentes, a fin de que ellos vivan por Él y crezcan con Él hasta la madurez. Colosenses 3:4 dice que Cristo es nuestra vida, y en Juan 6:57, 14:19 y Gálatas 2:20 leemos que debemos vivir por Él. De este modo, creceremos con Él hasta la madurez (Ef. 4:15, 13).

   Esta porción de la palabra, que he disfrutado, procede de los Estudios Vida del hermano Witness Lee.

      Los versículos y notas proceden de la Biblia Versión Recobro del hermano Witness Lee.

      Gracia y Paz para todos nosotros.