sábado, 1 de agosto de 2009

El fondo de la grandeza

Estamos en un mundo lleno de grandezas y cosas extrañas, Debemos tener cuidado con lo que recibimos, porque el mundo esta lleno de un poder y son pocos los que así lo entienden. Sin embargo, el fondo de la única grandeza que alguien puede poseer es tener a Jesucristo –su espíritu, su gloria- morando en su corazón; grandeza que muchos ignoran, pues están inmiscuidos en sus propios pensamientos, a tal grado que divagan, pierden el orden de sus ideas y se llenan de otra grandeza la cual es terrenal, y es ahí donde fallan delante de Dios. A pesar de ser esta grandeza terrenal enredada, peligrosa, traidora, desconfiada, totalmente apartada de la verdad, son muchos los que por insensatez la viven buscando en todos sus actos de esta vida.

Sin embargo, quienes anhelamos llegar un día con Dios luchamos por apartarnos de toda esa falsa grandeza que ofrece este mundo. Aunque para un hijo de dios recibir esos ofrecimientos no ha sido nada fácil, pues ha representado dolor, sufrimiento y el rechazo de parte de esta sociedad, tal y como lo vivió nuestro Señor Jesucristo. Pero Gracias a Dios por su misericordia, por esa bondad que ha tenido para rescatarnos del hoyo más profundo, de esa incapacidad y de esa falsa grandeza. Dice la Palabra: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Rom. 8:28)

Como vera, las cosas de Dios son altamente maravillosas para sus hijos: todo les ayuda a bien, ¿no le parece extraordinario? Esa si es una bendita grandeza, una gran bendición que no cualquiera disfruta sino solo sus escogidos; aunque a veces las cosas son difíciles; pero de Dios recibimos consolación. "…En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho mas preciosa que el oro…sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso." (1ª Ped. 1:6-8)

Es preciso darle gracias a Dios porque también tenemos la grandeza de lograr sobrellevar esas aflicciones. Cosa que no ocurría antes, cuando nos atormentaba una enorme desesperación. "… ¿Qué? ¿Recibiremos del bien, y el mal no lo recibiremos? …" (Job. 2:10). Que el Señor nos conceda la dicha de conocerlo, esa es mi petición. Que pueda moverse nuestro corazón hacia su santo nombre. Amen.

Texto por

"Si oyereis hoy"©

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