miércoles, 15 de octubre de 2014

PRESENTAR PERFECTO EN CRISTO A TODO HOMBRE

Lectura bíblica: Col. 1:25-28; 2:4, 9; 3:4a; Ef. 3:8-11, 4; 1:23; Jn. 6:57b; 14:19b; Gá. 2:20a; Ef. 4:15, 13b

     En Colosenses 1:28 Pablo, refiriéndose al Cristo que mora en nosotros como esperanza de gloria, dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre”. En el original griego, la palabra “perfecto” podría traducirse también plenamente crecido, completo o maduro. El ministerio de Pablo consistía en impartir a Cristo en otros para que fuesen hechos perfectos y completos al madurar en Cristo hasta obtener el crecimiento pleno.

    Incluso al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir vida, a fin de presentar a otros maduros, perfectos, en Cristo. Al predicar el evangelio a los incrédulos, al ministrarles a Cristo y al ayudarles a recibir al Señor, no debemos simplemente tener la meta de salvarlos del lago de fuego y de la condenación de Dios. Nuestra meta tampoco debe limitarse a que ellos experimenten el perdón de Dios; más bien, nuestra meta debe ser impartir a Cristo en ellos para que con el tiempo puedan ser presentados perfectos en Cristo. Si al predicar el evangelio no logramos impartir a Cristo en otros, nuestra predicación se encontrará por debajo de la norma de Dios. Debemos infundir a Cristo en todos aquellos con quienes hablemos. Al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir a Cristo.

    Debemos tener la misma meta al tener comunión con los santos. Cuando nos relacionamos con los santos, nuestra meta debe ser ministrarles a Cristo para que maduren en Él.

      Si hemos de presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrarles el Cristo que es la porción de los santos (1:12). El Cristo que ministramos debe ser Aquel que es todo-inclusivo, Aquel que es la centralidad y la universalidad de la economía de Dios (1:15, 18-19, 27; 2:4, 9, 16-17; 3:4, 11). Si no experimentamos a Cristo en todos Sus aspectos, nos será muy difícil ministrar a este Cristo a otros. Por ejemplo, si no conocemos por experiencia lo que significa vivir por Cristo(Ga.2:20; Fil.1:21), no podremos ayudar a nadie a vivir por Cristo. Pero si en nuestra vida diaria vivimos a Cristo, lo cultivamos y lo producimos como nuestro fruto, espontáneamente infundiremos a Cristo en otros cuando nos relacionemos con ellos. Cuanto más tomemos a Cristo como nuestra vida y nuestra persona, más capacidad tendremos para ministrar a Cristo en los demás. Al experimentar a Cristo y vivir por Él, influiremos en otros para que hagan lo mismo. Debemos disfrutar a Cristo como nuestra buena tierra; debemos laborar, vivir, andar y tener nuestro ser sumergido en Él. De este modo, infundiremos en los demás el mismo Cristo que experimentamos y por el cual vivimos. Lo que necesitamos en la iglesia del Señor, Su cuerpo(ef.1:22-23) no es esforzarnos más por traer a otros a la vida de iglesia, sino ministrar las riquezas de Cristo en las personas para que crezcan y maduren(Ga.4:19;1Jn.3:2). Por esta razón, nosotros mismos debemos experimentar más a Cristo como la porción de los santos. 

    En segundo lugar, si queremos presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrar las inescrutables riquezas de Cristo para que la iglesia sea edificada y se cumpla el propósito eterno de Dios (Ef. 3:8-11). Es posible ser buenos hermanos o hermanas, según el criterio humano, y al mismo tiempo carecer de las riquezas de Cristo.

     Presentamos perfecto en Cristo a todo hombre al completar la Palabra de Dios con la plena revelación de Cristo y la iglesia (1:25-27). Para presentar perfectos en Cristo a otros, debemos ayudarles a que reciban la revelación que completó la Palabra de Dios, la cual gira en torno a Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. Sin embargo, si analizamos nuestra situación, encontraremos que muy pocos de entre nosotros podemos completar la Palabra de esta manera. Es por eso que debemos tener la carga de que nos despertemos para ir en pos del Señor. Debemos tener hambre y sed de Él y seguirlo hasta llenarnos de Sus riquezas. Debemos orar: “Señor Jesús, no queremos ser indiferentes ni tibios. Anhelamos seguirte de forma absoluta y buscarte de todo corazón”. Si buscamos al Señor de esta manera, veremos más con respecto a Cristo y la iglesia. Pero si seguimos escasos de las riquezas de Cristo, en nuestra experiencia la Palabra de Dios estará incompleta. Por esta razón, debemos orar urgentemente y laborar en Cristo para completar en la práctica la Palabra de Dios, en lo que concierne a la revelación de Cristo y la iglesia. 

  En cuarto lugar, debemos ministrar a Cristo como el misterio de Dios, es decir, como la corporificación de Dios (2:2, 9). Debemos compartirles a otros cómo Cristo es la corporificación del Dios Triuno en nuestra experiencia. Debemos ser capaces de testificar cómo experimentamos cada día a Cristo como el Padre, el Hijo y el Espíritu. Puesto que tenemos a Cristo, tenemos también al Padre; y puesto que estamos en Cristo, estamos también en el Espíritu. El Espíritu que se mueve en nosotros es en realidad Cristo mismo(1 Co.:15:45). Cada día debemos ser un solo espíritu con el Señor y experimentar el hecho de que Él es uno con nosotros (1 Co. 6:17). En todos los aspectos de nuestra vida diaria y dondequiera que estemos, debemos experimentar cada vez más lo que significa ser un solo espíritu con el Señor. Esto no debe ser una doctrina ni una teoría para nosotros, sino una realidad en nuestra vida cristiana.

      El hecho de que el Señor es la corporificación del Dios Triuno, implica que todas las riquezas del Padre se hallan corporificadas en el Hijo. Además, el Hijo es plenamente hecho real a nosotros como el Espíritu, el cual es ahora un solo espíritu con nosotros. En 1 Corintios 6:17 Pablo dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Ser un espíritu con el Señor no debe ser una simple doctrina para nosotros. Por el contrario, debe ser nuestra experiencia cotidiana. Debemos saber en la práctica lo que es ser un espíritu con el Señor, con Aquel que es la corporificación del Dios Triuno. Si lo experimentamos de esta manera, podremos ministrarlo a las personas para el nutrimento y enriquecimiento de ellas, y ellas, como resultado, crecerán en Él. El crecimiento proviene de la alimentación. Si ellas se nutren del Cristo que les ministramos, esto es, del Cristo que es el misterio de Dios, serán perfeccionados y madurarán en Cristo.   

    Si hemos de presentar maduros en Cristo a los demás, debemos ministrar acerca de la iglesia como el misterio de Cristo, como la expresión de Cristo (Ef. 3:4; 1:23). Satanás sutilmente ha causado que muchos cristianos eviten el tema de la iglesia.

    El Señor desea obtener el Cuerpo, la iglesia. Él no quiere que la iglesia sea mera terminología: Él quiere la iglesia en un sentido práctico. Para que la vida de iglesia sea práctica, las iglesias locales deben existir. Esto se define claramente a lo largo de todas las epístolas, cartas y Apocalipsis. Hoy en día, la expresión práctica de la iglesia sólo se puede ver en las iglesias locales. ¡Oh, que todos aprendamos a ministrar la verdad de la iglesia como misterio de Cristo, como Su expresión, para que otros puedan ser presentados perfectos en Cristo!

    Por último, Cristo como vida a Sus miembros debe ser lo que impartimos a los creyentes, a fin de que ellos vivan por Él y crezcan con Él hasta la madurez. Colosenses 3:4 dice que Cristo es nuestra vida, y en Juan 6:57, 14:19 y Gálatas 2:20 leemos que debemos vivir por Él. De este modo, creceremos con Él hasta la madurez (Ef. 4:15, 13).

   Esta porción de la palabra, que he disfrutado, procede de los Estudios Vida del hermano Witness Lee.

      Los versículos y notas proceden de la Biblia Versión Recobro del hermano Witness Lee.

      Gracia y Paz para todos nosotros.

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