domingo, 31 de diciembre de 2017

Entonces su amo lo llevará ante Dios y lo llevará a la puerta

Éx. 21:6
Entonces su amo lo llevará ante Dios y lo llevará a la puerta o al poste de la puerta, y su amo le horadará la oreja con lezna…
Is. 50:4-5
El Señor Jehová me ha dado lengua de discípulo, para que sepa sostener con una palabra al cansado. Mañana tras mañana me despierta; despierta mi oído para que escuche como discípulo. El Señor Jehová me abrió el oído…

A fin de ministrar vida a otros, es menester que hagamos por lo menos cuatro cosas. Primero, debemos mantener un contacto adecuado con el Señor. Todos debemos proponernos acudir al Señor, no para orar por algunas cosas, sino simplemente para pasar tiempo con Él. Necesitamos ser como el esclavo comprado descrito en Éxodo 21. El versículo 5 dice: “Si el siervo dice terminantemente: Amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no saldré libre”. Después de haber servido por seis años, el esclavo quedaba en libertad, pero si él amaba a su señor, no saldría libre. Más aún, mientras él estuvo en casa de su señor, él recibió una esposa y tuvo hijos. Según la tipología, la esposa y los hijos del esclavo representan a la iglesia con todos los santos. No solamente tenemos al Amo, sino que además tenemos la iglesia y todos los santos como nuestra familia. Amamos al Señor, a la iglesia y a todos los santos. Debemos decirle al Señor: “Señor, deseo quedarme. Podría salir libre, pero no lo haré. Te amo. Amo a mi esposa, la iglesia, y amo a mis hijos, los santos. No quiero perderte de vista, Señor, y tampoco quiero perder de vista Tu iglesia y todos los santos. Quiero permanecer aquí como Tu esclavo”.
Según la tipología, hacer que nuestra oreja sea horadada quiere decir abrir nuestros oídos [Éx. 21:6]. Ser un buen servidor no depende de nuestros pies, nuestras manos o nuestros ojos. Ello depende de nuestros oídos abiertos. A fin de ser un esclavo apro­piado, es necesario que tengamos los oídos abiertos; no se nos exige hablar, hacer nada ni andar, sino que escuchemos. No debemos ser instructores, sino como los que son instruidos; no debemos ser maestros, sino aprendices. Todos necesitamos orar así: “Señor, te amo, amo Tu iglesia y amo a los santos. Jamás saldré libre. Por tanto, horada mi oreja; abre mis oídos para escucharte. No quiero ser un maestro. Soy uno que escucha y aprende”. Isaías 50 es una palabra profética que describe al Señor Jesús mientras estuvo en la tierra. Los versículos 4 y 5 dicen: “El Señor Jehová me ha dado / lengua de discípulo, / para que sepa sostener con una palabra al cansado. / Mañana tras mañana me despierta; / despierta mi oído / para que escuche como discípulo. / El Señor Jehová me abrió el oído; / y yo no fui rebelde, / ni me volví atrás”. Una persona que ha recibido vida y la palabra oportuna de parte del Señor podrá impartir la palabra oportuna que sostendrá al cansado. Esto es ministrar vida a los cansados y débiles.
En segundo lugar, debemos aprender en la presencia del Señor a ser tratados por Él. Podríamos decirle: “Señor, aquí estoy. Sé que no soy una persona muy apropiada ni muy útil. Soy una persona natural, salvaje y cruda, pues nunca he sido ‘cocinado’, procesado, por Ti. Incluso soy pecaminoso, mundano y carnal. Señor, a fin de que puedas usarme como Tu esclavo, primero es preciso que trates conmigo. Necesito que me disciplines. Necesito que me ‘cocines’. Señor, me abro a Ti, pero no dependo de mi apertura; dependo de Tu escrutinio. Llévame a Tu luz. Resplandece sobre mí, resplandece dentro de mí y resplandece intensamente a través de mí a fin de que sea plenamente puesto al descubierto”. Todos debemos hacer esta clase de oración. Es mejor orar así a solas. En otras cosas no debemos ser individualistas, pero es mejor hacer esta clase de oración de manera individual. Debemos pasar una hora o más en la presencia del Señor con este propósito, verificando con Él una y otra vez hasta que nos sintamos liberados y no haya nada más que deba ser puesto al descubierto.
El Señor nos siga iluminando cada día conforme al deseo de Su Corazón.

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