lunes, 19 de noviembre de 2018

Tus óleos de unción tienen fragancia agradable

Cnt. 1:3-4
Tus óleos de unción tienen fragancia agradable; tu nombre es como ungüento derramado; por eso las vírgenes te aman. Atráeme; y en pos de ti correremos … nos alegraremos y nos regocijaremos en ti; ensalzaremos tus amores más que el vino. Con razón te aman [heb.].
Ef. 3:17
Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor.

Debido a Tu misma persona (el ungüento) y Tu nombre (el ungüento derramado), las vírgenes te aman. Ellas te aman por Tu misma persona y Tu nombre. No podemos amar una obra ni tampoco un poder. Solamente podemos amar a una persona, a alguien que tiene personalidad. Te amamos y somos atraídos por Tu misma persona y Tu nombre. Aunque no hemos percibido Tu olor en su totalidad, lo que hemos percibido es suficiente para amarte. La revelación de la persona del Señor no solamente provoca la adoración por parte del hombre sino también el amor. El amor al Señor surge en cada uno de nosotros cuando tenemos una visión de Su persona.
Después de que leemos el libro de Efesios, vemos la relación que existe entre el “primer amor” y “las primeras obras” [Ap. 2:4-5]: “Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Ef. 4:15-16) ... “Las primeras obras” no son aquellas que los hombres elogian o observan. Son obras realizadas en secreto, como aquéllas que realizan “las coyunturas”. Las obras que el Señor considera preciosas no son aquellas que poseen grandeza o importancia externamente, sino aquellas que en realidad edifican el Cuerpo de Cristo “en amor”. Ésta es la obra verdaderamente eficaz. Si el amor no es nuestra motivación, nuestras obras no son las obras de amor. Es debido a que el amor del Señor Jesús está presente que toda obra realizada llega a ser una obra que edifica la iglesia, por lo cual se producirá el correspondiente acoplamiento y entrelazamiento armonioso y no habrá disensión alguna producida por las diversas opiniones. Aunque la iglesia en la actualidad ha dejado su primer amor y no ha hecho sus primeras obras, nosotros todavía podemos ser unidos a la Cabeza y crecer en todo en Él, de quien recibiremos el suministro y la fortaleza. Todos los que han recibido el poder del amor de parte de la Cabeza pueden hacer las “primeras obras”. En estos días vemos la desolación de la iglesia. Tanto el primer amor como las primeras obras se han desaparecido por completo. Éste es el momento en que debemos postrarnos ante Dios, humillarnos a nosotros mismos y confesar nuestros pecados. El Señor nos llama al arrepentimiento. La puerta de la gracia aún está abierta de par en par. Debemos acercarnos rápidamente. Damos gracias al Señor, porque Él nos ha mostrado que muchos santos están dispuestos a dejar todas las organizaciones y también están dispuestos no solo a asirse al primer amor, sino también a avivar las primeras obras … ¿Cómo pudo la iglesia haber caído tan bajo? Pablo se percató del peligro que acechaba a los efesios desde el principio. Por tanto, él elevó la oración que se menciona en Efesios 3:14-19. Es fácil para un cristiano amar al Señor durante un instante … Me temo que muchos de los que amaban al ­Señor hace apenas unos cuantos años, gradualmente se hayan enfriado … En la oración de Pablo se nos da la razón de ello: “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor” (v. 17). Todo aquello que carece de cimientos no durará para siempre. Si nuestro amor es como un árbol con sus correspondientes raíces o como una casa con su respectivo cimiento, entonces este amor siempre será el “primer amor” … [La raíz y el cimiento es] Cristo, quien hace “Su hogar en vuestros corazones”. Es por esto que nuestro amor está debidamente arraigado y cimentado. El mayor peligro que corremos es tener mucho conocimiento espiritual sin experimentar el hecho de que Cristo vive en nuestros corazones … [Los efesios] habían recibido el amor de Dios (1:5-8), pero este amor no había sido arraigado ni cimentado en sus corazones. Por consiguiente, Pablo oró por ellos.

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